14 - Hondonada

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Salimos del centro de Kattegat y andamos durante varios minutos hasta llegar a una hondonada, la cual consistía en una gran porción de tierra que rodeaba un agujero con vistas a la entrada del mar. El lugar era precioso, tanto que me olvidé de todo lo que había pasado y me concentré en la belleza del lugar.

—Ven, siéntate.— Ubbe dio una palmada en la tierra, indicándome que me sentara a su lado. Agarrando mi vestido con cuidado, me dispuse a su lado, con los pies colgado al vacío.— ¿No tendrás vértigo?

—No.— Mentí, a la vez que sentía como el mar bajo mis pies me intentaba llevar hacia abajo. Ubbe se rió.

—No pasa nada, estás conmigo.— Dijo risueño, agarrándome de la cintura y atrayendo mi cuerpo más cerca de él.

—Parece que me voy a caer.— Añadí sin poder apartar la vista del vacío.

—Si te caes, te cojo.— Ubbe agarró mi barbilla para hacer que le mirara y yo asentí con una sonrisa de agradecimiento.

No sé cuánto tiempo pasamos allí, lo suficiente para acostumbrarme al vértigo y para olvidar todos los problemas, todos los dolores de cabeza que me había dado Ivar. Durante un tiempo, solo fuimos Ubbe y yo. Y disfrutaba tanto de su compañía que llegué a perder la noción del tiempo.

—Está anocheciendo, ¡mi padre me va a matar!— Exclamé al percatarme de la puesta del sol, dispuesto en el horizonte que se extendía ante nosotros.

—¿Tienes toque de queda?— Se burló y yo rodé los ojos.

—Pues sí. Vamos antes de que se haga de noche y no sepas volver.

—¿Disculpa? ¿Estás poniendo en duda mis habilidades de orientación?

—Orientación nocturna, sí.— Reí a carcajadas al ver su expresión. Me levanté del suelo y tiré de él para que se levantara.

—Ya voy, pesada. Aunque debería dejarte aquí por graciosa.— Se levantó por fin, con el orgullo presumiblemente herido. Volví a reír y le di un suave cachete en la mejilla. Él se estremeció.— Tienes las manos heladas.

Ubbe guardó mis manos entre las suyas y las calentó con su aliento. Nos quedamos mirando unos segundos, situación que se me hizo algo incómoda e intensa. Finalmente, aparté las manos y sonreí agradecida, iniciando la marcha que nos llevaría de vuelta a la ciudad.

Para llegar hasta mi cabaña teníamos que pasar por el Gran Salón y, aunque yo le aseguré que no necesitaba que me acompañara, Ubbe insistió. No sé por qué se portaba tan bien conmigo, pero se había convertido en una de las personas más importantes en mi vida desde que llegué a Kattegat.

Al cruzar la plaza frente al Gran Salón, pude ver a Ivar en la entrada. Parecía que se estaba despidiendo de unos hombres y no me había visto. En ese momento recordé la forma que había tenido de tratarme y me sentí profundamente humillada. Sin embargo, no iba a dejar que nadie se diera cuenta de lo mucho que me había dolido, así que continué mi conversación con Ubbe como si nada pasara. Pero fue entonces cuando, estallando en risas, llamamos la atención de Ivar, quien se percató de nuestra presencia.

—¿Te ríes de mí? Te recuerdo que tú no sabes defenderte y yo tengo esto...— Dijo Ubbe señalando el hacha que colgaba de su cintura.

—No serías capaz...— Bromeé, consciente de la mirada abrasadora de Ivar siguiendo cada uno de nuestros pasos por la plaza.

—No me tientes, he matado a muchas personas, podría hacerlo una vez más.— Me susurró, acercándose a mi oído y agarrándome ligeramente de la cintura mientras andábamos. Solté una risa nerviosa y le aparté de un empujón.

Tuve la necesidad de mirar a Ivar, para asegurarme de su atención sobre nosotros. No era capaz de apartar la mirada, de controlarlo todo. Y yo no fui capaz de dotarla de significado, pues en su expresión se reunían tantas emociones que resultaba irreconocible.

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¡Holaa! ¿Todo bien? Me gustaría saber si podéis ver los gifs, pues es una herramienta que voy a usar mucho a lo largo de la historia y que aporta información visual importante. Si alguien no los puede ver, por favor que me lo comunique y veré cuál es el problema.

¡Muchas gracias! Nos leemos 🥰

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora