17 - Sanas

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[Narrador Externo]

Por un momento, Ivar se perdió en la profundidad de sus ojos. Eran abismos que lo llevaban hacia dentro de ella. Y él se dejaba llevar por algún motivo. O quizás tan solo era la cerveza.

Astryr notaba como su actitud a la defensiva había cambiado. Estaba mucho más tranquilo y dispuesto a tener una conversación sin faltas de respeto o abusos de poder. Era el Ivar que conoció la primera vez.

—Me gusta estar contigo.— Se sinceró, sin pensar las palabras que salían de su boca. Ivar soltó una risotada y giró la cabeza.— Cuando no intentas humillarme, al menos. ¿Por qué lo haces?

Astryr acarició su mejilla y la acunó en su mano, guiándole para que la volviera a mirar. Sentía tanto calor al tocarle que le aceleraba el corazón.

—¿Por qué siempre intentas humillarme?— Preguntó, cuidando su delicadeza.

—Porque eres todo lo que pienso cuando estoy solo y eso me asusta.— Murmuró, abriendo por completo la puerta de sus pensamientos. Debía ser por la cerveza o por su hechicería. No debería haberlo dicho.

—No tienes que asustarte de lo que sientes, Ivar. Está bien abrirse y hablar de lo que uno siente.— Ella sonreía con un extraño cosquilleo en el estómago y unas ganas inmensas de besarle. Pero no lo iba a hacer, primero quería escuchar sus disculpas o algo que le hiciera olvidar el daño que la había estado haciendo con sus comentarios.

Por el contrario, Ivar pensaba en Ubbe y en lo mucho que se habría abierto ella a su hermano, en todos lo sentidos posibles. Sentía repulsión al imaginarlo.

—¿Quieres saber lo que siento?

Astryr asintió con una emoción creciente en su estómago. Quería escucharle, necesitaba escuchar que sentía algo por ella. De lo contrario, todos sus sentimientos y sus desvelos estarían siendo en vano.

—Siento pena.— Susurró en su oreja, habiendo así iniciado una aproximación excitante.— De que estés perdiendo el tiempo con mi hermano.

Astryr intentó leer en sus ojos el significado real de sus palabras, pero no lo consiguió. Era una frontera infranqueable. Y en ese momento, por primera vez, notó que les separaban distancias insalvables.

—Y lo que es peor.— Continuó, dejando que el dolor hablara por él.— Siento pena al ver cómo vuelves una y otra vez a mí, cómo siempre deseas acabar en mis brazos.

Las mentiras que escapaban sus labios eran más de lo que podía soportar

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Las mentiras que escapaban sus labios eran más de lo que podía soportar. Sabía que lo que había dicho no eran más que sus deseos, y que ella jamás estaría con un tullido como él. Y cuando pensó que nada superaría ese dolor, percibió como algo se rompía dentro de ella y los ojos se le inundaban.

—Está bien, si eso es lo que sientes...— Se levantó del banco con rapidez, haciendo que los bordes de su vestido volaran y rozaran las piernas sensibles de él.

Luchaba frenéticamente por no derramar una sola lágrima frente a él, y lo iba a conseguir costase lo que costase. Pero no se iba a ir sin decirle algo más.

—¿Quieres saber lo que pienso yo de ti? Que eres un cobarde. Porque sientes muchas cosas pero no dices nada y eso te convierte en un cobarde.— Espetó con rabia contenida y la voz al borde de la quiebra. Y después salió corriendo, sin pararse a cubrirse de la lluvia que caía intensamente de un cielo oscuro.

Ivar golpeó con fuerza la mesa de madera y lanzó el vaso de cerveza hacia una esclava, quien por suerte pudo esquivarlo. Quería matar, ver sangre, escuchar los gritos de alguien que no fuese él mismo. Quería tener el control de algo, en vista de las carencias de su propia vida.

(***)

[Narra Astryr]

Había sido una noche de insomnio y de lágrimas perdidas en una almohada cada vez más húmeda. Había dejado que Ivar me hiciese demasiado daño, sentía demasiado por una persona tan rota, con tantos bordes puntiagudos, que no dejaba de cortarme. Y es cierto, tenía que olvidarme de él, pero sus ojos azules se habían tatuado en mi mente y eran lo único en lo que podía pensar.

—Hermana.

Egil entró en el cuarto donde solo quedaba yo, tumbada con los ojos abiertos y ligeramente hinchados. Estaba agotada y no tenía ganas de levantarme.

—¿Estás bien? ¿Te encuentras enferma?— Egil se sentó en la cama y me miró preocupado.

—Solo estoy cansada.— Esbocé mi mejor sonrisa, aunque tremendamente hipócrita.— Ahora me levanto.

—Ubbe ha venido a verte.

Una mezcla de ansiedad y felicidad se adueñó de mis sentimientos. Por una parte, no quería que me viera mal, pero por la otra, necesitaba desesperadamente alguien que me abrazara.

—Dile que pase.— Me recosté rápidamente contra la pared, peinando con mis dedos mi melena desaliñada.

—No voy a dejar que entre al cuarto, hermana. Ni que fuera tu esposo.— Se burló y yo le fulminé con la mirada.

Muy a mi pesar, levanté mi cuerpo y me cubrí con una manta. Mi hermano tenía razón en una cosa, no era correcto que Ubbe me viera con el camisón de dormir.

Él se encontraba en la entrada, alerta, con las manos unidas frente a sus genitales. Observaba con detenimiento cada rincón de la casa y de la misma manera me observó a mí.

—Astryr, ¿estás bien?— Dijo con el ceño fruncido, probablemente intentando averiguar si la hinchazón de mis ojos era por haberme levantado ahora o por haber estado llorando.

—Sí.— Sonreí con astucia, mientras me llevaba un mechón detrás de la oreja.— Me parece que llegas un poco tarde, creí entender que habíamos quedado ayer.

—Lo sé. Vengo a pedirte disculpas, tuve un asunto muy importante en el último momento.

—Ya.— Bajé la mirada, dolida por su plantón y por lo que ello supuso, mi encuentro desafortunado con Ivar.

—Te juro que no pensaba más que estar contigo.— Dijo aproximándose unos pasos. Sostuve la manta contra mi pecho con fuerza y le miré a los ojos.— Déjame arreglarlo. Esta tarde te vengo a recoger y vamos al campo de entrenamiento, ¿vale?

—Está bien... Pero necesito una cosa más.

—Claro, dime.

—Abrázame.— Sonreí como una niña pequeña, así como me pareció ver una sonrisa parecida en él antes de que me rodeara con sus brazos fibrosos.

Apoyé mi cabeza en su pecho y cerré los ojos, sintiéndome por primera vez tranquila y segura. Él era lo más cercano a mi madre aquí en Kattegat, me tranquilizaba con tan solo estar presente y su abrazo era sanador.

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¡Holaa! ¿Estáis disfrutando la historia? Llevo muchos capítulos ya escritos y se me hace un poco raro volver a este punto cuando los subo. Como sabréis, el Covid-19 (o coronavirus, para los amigos) está azotando con fuerza al planeta, especialmente a Europa en estos momentos, y la cuarentena me está dando mucho tiempo para escribir.
A pesar de ello, deseo que esto se acabe pronto y que los países vuelvan a la normalidad. Me encantaría hablar de este tema largo y tendido, pero no es lugar para dar el coñazo jajaja.
Ojalá estéis disfrutando de la historia tanto como yo disfruto escribiéndola, ¡nos leemos! ✨😇

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora