36 - Vela

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Los dos hombres se tensaron al percatarse de la presencia del otro. Ambos estaban sorprendidos por el encuentro y se miraban con fijación, de forma casi dominante, como si intentaran demostrar quién de los dos debía quedarse y quién debía irse. Me sentía incómoda y culpable por esta situación y no sabía cómo salir de ella sin tener que echar a uno de los dos.

—Gracias por acompañarme.— Me giré hacia Ubbe y alcancé el escudo que había estado cargando por mí durante todo el trayecto.

—No es nada.— Carraspeó para aclararse la voz, pero sin poder evitar mantener la mirada sobre su hermano.— Ivar, ¿qué haces deambulando por aquí? Pensaba que estabas ocupándote de tu trabajo.

—Así es hermano, pensaba lo mismo de ti

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—Así es hermano, pensaba lo mismo de ti. ¿Ahora forma parte de tu trabajo acompañar a las escuderas a su casa?— Espetó Ivar con una clara molestia y ganas de provocar a su hermano.

Reaccioné rápidamente antes de que comenzara una discusión entre ellos, así que dejé las cosas en la entrada de la choza e intervine en la conversación.

—Déjalo, Ivar.— Me volví hacia Ubbe con una sonrisa.— Gracias por acompañarme, nos vemos pronto.

Ubbe asintió con reticencia y dio media vuelta, retomando el camino por el que habíamos venido. No sé cómo podía tener tanta paciencia con Ivar si siempre le estaba buscando para fastidiarle.

—¿Qué hacías con él?— Inquirió Ivar, aún molesto. Apretaba la mandíbula con fuerza y arrugó su nariz en signo de desagrado. Sinceramente, temía que se enfadara, porque lo hacía tan fácil e intensamente...

—Sólo me ha acompañado, iba muy cargada y no podía con todo.— Señalé todas las cosas que había recogido en el Gran Salón y Ivar las examinó con precisión. Después de asegurarme que nadie nos veía puse mis manos en sus mejillas y le obligué a que me mirara.— Tranquilo, está todo bien. No pienses más de la cuenta.

Ivar asintió y enarboló una tenue sonrisa, a penas tensada en una de sus comisuras. Le costaba superar los celos que probablemente le acababa de provocar Ubbe, además de la sutil provocación que le había procurado. Pero estaba haciendo un esfuerzo por mí, por nosotros, por no dejar que esos celos se llevaran por delante lo que teníamos.

—Había venido para darte esto.— Dijo mostrándome un hacha reluciente con el mango de cuero.—Está marcado por runas y símbolos mágicos, para protegerte.

En sus ojos se mostraba la ilusión, aunque también la duda de si el obsequio iba a ser de mi agrado. Sonreí con ternura y cogí el hacha entre mis manos. Era pesada pero muy bonita, además de única.

—Gracias, Ivar. No sé cómo agradecértelo...

—Sólo quiero que estés a salvo. Aunque si insistes, sé algunas maneras con las que me lo podrías agradecer...— Susurró en mi oído haciéndome estremecer. Miré a nuestro alrededor con pudor y sonreí afectada.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora