El invierno daba una pequeña tregua, otorgándonos un día frío pero soleado. Ubbe había venido a recogerme para ir al campo de entrenamiento, donde comenzaría con las prácticas de tiro. No estaba excesivamente ilusionada, pero necesitaba que alguien me levantara el ánimo y no había nadie mejor que Ubbe para eso.
El lugar se encontraba en el bosque, aprovechando un sitio desprovisto de árboles. Había dianas e innumerable armamento colocado en tablas de madera.
—Lo primero es elegir un arma.— Dijo Ubbe guiándome hacia la exposición de armas.— ¿Cuál manejas mejor?
—El arco es lo único que sé usar.
Ubbe cogió uno de los arcos más pequeños, teniendo en cuenta mi tamaño, y unas cuantas flechas. Después, nos dirigimos hacia las dianas, donde había bastante gente entrenando.
—Vamos a empezar, ¿vale? Lo primero, debes colocarte siempre de lado, con el cuerpo estirado.— Dijo Ubbe guiando mis movimientos.
—Hasta ahí llego, profesor.— Reí.
—Vale, vale.— Levantó las manos en signo de rendición.— Veamos qué tal se te da.
Me dispuse a hacer el tiro a diana, con la esperanza de dar en el centro y sorprenderle. Sin embargo, me hizo parar en el último segundo y, colocándose detrás de mí, me agarró de los brazos.
—Éste lo tienes que tensar más, y no subas tanto el codo.— Dijo en voz baja para no desconcentrarme demasiado, aunque logró el efecto contrario.
Cuando sentí que se había separado, cogí aire y lancé la flecha.
—¡Astryr!— Gritaron, haciéndome temblar una milésima de segundo y provocando que la flecha se perdiera entre la maleza.
—¡Mierda, Hvitserk!— Me quejé con la pérdida de mi tiro perfecto. Él se rió descaradamente.
—Pensaba que eras mala, pero no tanto.— Se burló. En ese momento me fijé detrás de él, percatándome de la presencia del hermano menor. ¿Qué hacía Ivar aquí?
No había imaginado encontrármelo en el campo de tiro, es más, había salido con Ubbe para sacarme de la cabeza y del corazón muchas cosas relativas a Ivar. Pero al verle, se me aceleraba el corazón como nunca antes y cuidaba cada movimiento, sabiendo que él no apartaba la mirada de mí.
—Te enseñaré como se hace.— Dijo Ubbe, riendo la gracia de su hermano. Cogió su arco, tensó la cuerda y lanzó la flecha, clavándola en el centro de la diana. Le miré con los ojos llenos de admiración.
—¡Me tienes que enseñar a hacer eso!
—Eso intentaba, pero eres demasiado cabezota.— Le intenté dar una colleja pero se escapó de mi alcance entre risas.
De repente, una flecha cruzó entre nosotros y dio con perfecta puntería en la diana. Miramos hacia atrás, encontrándonos a Ivar bajando el arco y sonriendo triunfal.
—Así es como se hace.— Le dijo a Ubbe, ignorando por completo mi presencia. Aunque muy en el fondo, sabía que eso había sido un intento de demostración de superioridad.
Decidí ignorarlo, por supuesto. Después de cómo me había tratado no pretendía otorgarle ni un momento más de atención, que era lo que tanto buscaba. Volví mi mirada a Ubbe y le pedí que me enseñara.
—Empecemos desde cero, soy toda tuya.— Dije relajando los brazos, esperando a sus órdenes para colocarme. Ubbe sonrió satisfecho y me agarró de los brazos, forzándome a adoptar la postura perfecta. Por el rabillo del ojo pude ver como Hvitserk soltaba una risa sofocada y Ivar nos miraba amenazante.
Después del primer tiro –casi perfecto– perdí de vista a los hermanos pequeños y me quedé a solas con Ubbe. Más tarde practicamos el combate con hachas y espadas hasta que el atardecer anunció el cierre del campo de entrenamiento.
Estaba sumamente cansada pero llena de vitalidad y alegría. Me sentía más fuerte y veloz que nunca.
—Todavía tienes mucho que mejorar.—Dijo Ubbe, bajándome el ego de una manera impresionante.— Pero no está nada mal para ser el primer día.
—¿Crees que soy buena?— Le miré con los ojos rebosantes de esperanza.
—Tienes potencial.— Soltó una risa evitativa y yo le pegué un golpe en el brazo.
—Vale, no valgo para nada...— Me crucé de brazos, afectada por le choque de realidad.
—No.— Dijo Ubbe con voz fuerte y acunó mi cabeza entre sus manos.— No he dicho eso. Vales para todo lo que te propongas, pero creo que esto es demasiado peligroso para ti.
En sus ojos pude ver auténtica preocupación y supe por primera vez que le importaba más de lo que parecía. Sonreí ligeramente mientras asentía, no muy convencida con sus últimas palabras.
—¡No le hagas caso, Astryr!— La voz de Hvitserk hizo que Ubbe se separara rápidamente, como si le hubiesen pillado haciendo algo malo.— Eres buena, muy buena. Solo te falta práctica.
—No es para tanto.— Añadió Ivar, quien se mantenía al lado de Hvitserk apoyando su peso en una muleta.— Nuestro hermano prefiere a una princesa, que cuide de sus hijos en casa y que no sepa defenderse, ¿verdad, Ubbe? Creo que has encontrado a la chica perfecta.
Sus palabras me enfadaron más de lo debido, especialmente el hecho de que no me mirara, como si yo no estuviera presente.
—¿De qué hablas? Sé defenderme y puedo hacer muchas más cosas que quedarme en casa cuidando de unos críos.— Gruñí, cansada de él y de sus intentos de humillarme.
—Déjalo...—Murmuró Ubbe agarrándome del brazo y tirándome de él. Sabía que no le gustaba discutir con Ivar y prefería hacer oídos sordos a sus comentarios, pero yo no podía más.
—Seguro que sabes hacer muchas cosas más.— Se rió, con agresividad y amenaza en el tono de voz, camuflado por una falsa tranquilidad.— Como follarte a mi hermano.
—Yo no soy ese hermano, desgraciadamente.— Balbució Hvitserk.
—Ivar, ¡basta!— Gritó Ubbe, colocándose delante de mí y enfrentando a su hermano.
En mi cabeza tenía una lucha entre las ganas de llorar y las ganas de cruzarle la cara.
—No, Ivar.— Superé la frontera que Ubbe había formado con su cuerpo y me acerqué tanto a Ivar que pude ver cada mota de sus ojos azules. Él se tensó, haciéndome ver que le ponía nervioso mi proximidad.— He sabido cuidarte cuando nadie más lo hacía y apoyarte cuando nadie más estaba. Pero supongo que eso no es importante para ti.
Él no dijo nada, tan solo me miró hasta que se fue relajando su expresión agresiva, hasta que se olvidó de todo lo que tenía alrededor. Entonces Ubbe me apartó de él y empezamos a andar, dejando atrás a Hvitserk y a Ivar.
No sabía qué acababa de pasar, ni por qué él estaba tan hostil, ni por qué yo había perdido la paciencia tan rápido. Y peor aún, no sabía si sus celos eran la prueba de que sentía algo por mí.
ESTÁS LEYENDO
El palacio del sufrimiento // Ivar The Boneless
Hayran KurguY te quiero a rabiar Pero sabes que hay un infierno dentro de mi cabeza No te dejes llevar Lucharé contra las fieras No te dejes llevar Tengo el corazón a medias ¿No te dije que me llenas? [Créditos: Hoy es el día - Lionware] Finalista Premios Watty...