34 - Poder

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Las puertas del Gran Salón se cerraron tras mi paso y agradecí para mis adentros no encontrarme con Hvitserk ni, especialmente, con Ubbe. Todos estaban muy ocupados con los últimos preparativos y casi no había visto a los hermanos en todo el día.

Era bastante más tarde de lo que me gustaría haber llegado, pero el encuentro desafortunado con Axe me había dejado especialmente tocada. En el sentido literal de la palabra. La inseguridad en casa volvía a ser real y sólo deseaba que el viaje a Inglaterra llegara pronto para poder alejarme de él. Pero por mucho miedo que pasara a su lado, esta vez me resistí a correr a los brazos de Ivar. Sabía lo mucho que se comería la cabeza si volvía a hacerlo y no quería que nada ni nadie se interpusiera entre nosotros.

Al entrar en su habitación lo encontré sentado sobre una silla grande, casi como un trono, cerca del fuego de la chimenea.

—¿Llego tarde?

Ivar apartó la mirada de las llamas y me sonrió dulcemente.

—Te empiezo a echar de menos desde que te dejo de ver, así que teóricamente siempre llegarás tarde.— Sonrió taimadamente.— Pero sé esperarte.

Me quité la capa de lana con cautela y la dejé sobre una butaca. Al deshacerme de ella me di cuenta cómo Ivar la miraba y supuse que se estaba recordando a sí mismo lo poco que me calentaba. Me acerqué a él con una sonrisa intrínseca, como si llevara toda la vida sonriendo y ya me dolieran los mofletes. Él se levantó de la silla, algo que le supuso un pequeño esfuerzo, para quedar de pie frente a mí.

—¿Estás adolorido?—Me preocupé al notar una pequeña mueca de dolor en su rostro, por muy bien que la hubiera intentado esconder.

—No.—Negó con la cabeza y agarró mi rostro entre sus manos con delicadeza, mirándome como si fuera la luna.— Tú me apartas del dolor.

Me encantaba su forma de mirarme, como si mis ojos no fueran frontera de nada y pudiera ver mi alma con total claridad

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Me encantaba su forma de mirarme, como si mis ojos no fueran frontera de nada y pudiera ver mi alma con total claridad. Me sentía tan expuesta que hasta las piernas me flagelaban, así que me aferraba a él por lo que pudiera pasar. Estaba más calmado de lo que le había visto nunca, con una expresión suave en el rostro y una ligera sonrisa.

—Bésame.— Pedí, llena de desesperación por acariciar sus labios. Él sonrió y agachó la cabeza para besarme. La humedad caliente de su boca me estremeció la piel y un revoltijo de nervios se hizo con mi estómago.

Sus grandes manos acariciaban mi cuerpo con demasiada técnica, tocando exactamente donde debía. No creo que fuera consciente de lo que estaba haciendo conmigo. Pasé mis dedos por su cabello trenzado y él soltó un pequeño jadeo, haciéndome ver lo mucho que le gustaba que jugara con su pelo. Con mi otra mano empecé a desatar los lazos de su camisa, pero antes de terminar me cogió de la muñeca y me detuvo.

—No puedo.—Suspiró uniendo su frente con la mía. Acaricié su mejilla con ternura y con una leve sonrisa.

—Claro que puedes, Ivar.— Susurré, sin llegar a romper el aura sensual que habíamos formado entre los dos. De fondo se escuchaba la madera ardiendo y de cerca, nuestras respiraciones.— Siéntate.

A pesar de que dubitó por unos segundos, finalmente lo hizo y se dejó caer sobre la silla. Me separé medio paso de él y comencé a quitarme el vestido bajo su mirada. No tenía vergüenza ni miedo, sabía que todo iba a salir bien, incluso si las cosas no terminaban como se suponía que debían terminar. Ivar no me juzgaba, al contrario, recorría mi piel con sus ojos como si fuera lo más bonito del mundo, a pesar de mis marcas y a pesar de mis imperfecciones.

—¿Ves? Nadie es perfecto.— Le mostré mi cuerpo bajo la tenue luz de unas pocas velas. Y a pesar de la exposición, me sentía tan a gusto y tan a salvo como nunca antes.

—No conozco nada tan perfecto.

*** gif ***

Con cuidado y precaución me senté sobre su regazo, atenta a cualquier gesto suyo que pudiera indicarme que le estaba haciendo daño en las piernas. Rodeé su cuello con mis manos y le besé una vez más, en los labios, en la barbilla, en la mandíbula, en el cuello... Dejé un rastro húmedo por su piel caliente y estremecida hasta que noté algo diferente en él. Ivar me miró con el ceño fruncido y yo sonreí orgullosa.

—¿Cómo has...? Pensaba que no podía.— Dijo confuso, aunque tenía una clara excitación en su mirada.

—Sí puedes, amor, solo se trataba de encontrar la persona adecuada.—Dije acariciando sus brazos. No pretendía llamarle amor tan pronto, pero no fue algo que pensara, simplemente salió de mis labios y no lo paré. Y encima supe lo feliz le había hecho esa pequeña tontería en el mismo momento en que pronuncié la palabra, así que no sentía arrepentimiento alguno.

Desde ese momento, Ivar se comportó de diferente manera, más dominante y cogiendo las riendas de la situación. No podía esconder lo mucho que me gustaba aquello, además notaba que él se sentía mucho más a gusto y seguro de sí mismo ante ese nuevo descubrimiento. Y yo me sentía tan feliz de haber formado parte de aquello.

(...)

Después de esa noche no volvería a ser la misma y probablemente él tampoco. Le había dado lo más sagrado, lo más puro, mi inocencia. Algo que no sé si estaba muy bien, pues no teníamos una relación seria y estable, pero estaba segura de que era lo que más deseaba y no me arrepentía de nada.

A altas horas de la madrugada todavía seguíamos despiertos, yo con la cabeza apoyada en su pecho y mi pierna sobre sus caderas. Ivar peinaba mi cabello con sus manos y yo repasaba el contorno de sus abdominales con las yemas de mis dedos. Por primera vez en toda mi vida, le notaba relajado al cien por cien, sin estar alerta ni esperar nada malo. Simplemente disfrutando del cansancio y de la compañía.

Cuando volvía a estar sedienta de sus besos me incorporé y él se quejó ligeramente ante la falta de contacto. Acerqué mis labios a los suyos y jugué a tentarle, rozándole ligeramente y apartándome hacia atrás cuando me iba a besar. Reí con picardía y él soltó un jadeo.

—Ya he tenido suficiente.—Pronunció antes de agarrarme del cuello y hacer chocar nuestros labios. Solté un ligero quejido ante la sorpresa de un mordisco en mi labio inferior para luego reír junto a él.

Esta vez me apoyé sobre la almohada y le di la espalda, esperando sus brazos alrededor de mi cuerpo. Me apretaron con fuerza y yo los acaricié con cariño. Mientras, él mordisqueaba mi oreja haciéndome estallar en risas.

—¡Ivar! ¡Para!— Me revolví difícilmente entre sus brazos y él soltó una risa grave que me puso los pelos de punta.

—No he sido yo el que ha empezado a jugar.—Se excusó.

—Me declaro culpable, pero ahora déjame dormir.— Reí.

—Está bien.— Suspiró, acallando su risa.— Sueña con algo que te haga feliz, ¿vale?

Asentí levemente, ya con los ojos cerrados. La respiración de Ivar se fue ralentizando, aunque seguía notando cómo respiraba contra la piel de mi cuello y me hacía temblar. El pobre no tenía ni idea de que la felicidad la encontraba en la realidad y no en el sueño.

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¡Buenas noches! En primer lugar quería pedir disculpas por no haber subido capítulo ayer, suelo ser bastante constante a la hora de subirlos pero con este capítulo en concreto me han surgido varios problemas.

Me gusta añadir gifs en algunas escenas porque le dan un toque más visual a la historia y porque de algún modo la mantienen cercana a la serie. En este capítulo en concreto tenía varios gifts preparados que me han estado dando la tabarra hasta el punto que he decidido actualizar sin conseguirlo. De los tres que quería poner el primero está en su lugar, el segundo sale arriba del todo (en los formatos de móvil) y el último no ha habido manera de subirlo. Si lo consigo en algún momento, lo actualizaré.

Esto es todo, espero que aún así podáis disfrutar de este capítulo tan importante para nuestros protagonistas y que los gifs os sirvan de apoyo visual.

¡Muchísimas gracias por leer! 💕✨

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora