105 - Desconfía

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[Narrador Externo]

La ausencia de Astryr era un suplicio que, en última instancia, se había mostrado como reveladora de sus dotes paternales. La cantidad de horas que pasaba con Einar le había hecho descubrir nuevos sentimientos que, hasta entonces, habían permanecido prácticamente ocultos. Así era, por ejemplo, la gran preocupación que le entraba cuando su hijo lloraba al tropezarse o la exacerbada rabia que le arrebataba cuando veía un mínimo de burla hacia su hijo o la extrema necesidad, casi vital, de que el pequeño se comiera toda la comida que le habían servido. Eran esos pequeños detalles lo que le habían demostrado lo que era amar a un hijo y querer cuidarle a toda costa.

Sin embargo, Ivar no dejaba de ser un padre disciplinario, cuyo principal interés giraba entorno a la educación marcial de su hijo. Pasaba tardes enteras con él enseñándole el arte de la espada, el hacha o incluso el arco. Horas de entrenamiento intenso que le hacían resaltar entre el resto de niños, pero que le agotaban física y emocionalmente. En los momentos de mayor fatiga, Einar aborrecía a su estricto padre tanto o más de lo que le admiraba.

—¿Cuándo va a volver mamá?— Preguntaba mientras volvían al Gran Salón desde el campo de entrenamiento. Ivar apenas podía lidiar con el dolor de sus piernas, pero la educación de su hijo era más importante que eso. Estaba dispuesto a pasarse horas entrenando antes que ver una sola burla o menosprecio hacia él. Lo cierto es que Ivar era mucho más fuerte y resistente de lo que cualquier hombre sano lo sería jamás.

—No tardará en volver. ¿La echas de menos?— Sonrió parcialmente mientras se apoyaba completamente en la muleta para andar. Su hijo subió la cabeza para mirarle y asintió.

—Mucho. ¿Tú no?

—Claro que sí. Por los dioses, claro que la extraño.— Ivar alzó la cabeza y soltó un gran suspiro.

Echaba de menos verla cada día, varias veces. Echaba de menos tocarla, sentirla, hablar con ella, discutir con ella, verla con su hijo en brazos, hipnotizarse con el vuelo de sus vestidos y el sonido de sus pisadas. No dejaba de contar los días que faltaban para que volviera.

Más tarde aquel día Einar logró dormirse y Ivar acabó sentado en el trono del Gran Salón, acompañado de los muchos otros que se habían acercado a tomar una buena copa de hidromiel. Desde sus alturas observa a todo el mundo, pero con especial interés a Viggo, aquel hombre que se había ganado la confianza de Astryr desde prácticamente el día uno. Sin embargo, Ivar tenía sus dudas, pues veía algo en él que no le acababa de cuadrar. La forma en que merodeaba por todas partes, las preguntas que hacía, la amabilidad impostada con la que se dirigía a todo el mundo...

Viggo era consciente de que estaba en el punto de mira del rey, pero su actitud no dejaba de ser totalmente cívica e incluso aburrida. Al percatarse de su mirada alzó el vaso como saludo y Ivar le respondió de una forma tan sarcástica como acostumbraba.

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El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora