54 - Como antes

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Mi rostro palideció al ver la pintoresca escena, y mis manos comenzaron a temblar sin tregua. No sabía muy bien cómo tomarme lo que tenía frente a mis ojos, ¿qué hacía Ivar en mi casa?  ¿Qué hacía hablando con mi padre y mi hermano? Temblaba tanto que hasta la respiración se me había cortado.

—Hablando de mi hija...—Dijo mi padre, señalándome con el brazo como si estuviera mostrando una pieza de arte.— Aquí la tienes.

Ivar agachó ligeramente la cabeza en un signo de agradecimiento y respeto y se levantó de la silla ayudándose de su muleta. Al clavar sus ojos en los míos supe que todo iba bien y la tranquilidad volvió a mí, aunque a cuentagotas. Aún me ponía en tensión ser cómplice de esta extraña reunión.

—Te estaba esperando, ¿podemos salir a hablar?— Dijo educadamente y yo asentí sin dudar. Me di la vuelta para salir de la choza, pero Ivar volvió el rostro hacia mi padre.— No la esperéis esta noche.

Abrí los ojos como platos y un calor abrasante me quemó las mejillas. Por suerte, Ivar cerró la puerta antes de que pudiera seguir pasando más vergüenza. ¿Cómo tenía la osadía de decir aquello frente a mi señor padre? No sólo de decirlo, sino de intuir lo que había intuido... Ivar no dejaba de asombrarme.

—¿A qué ha venido eso?— Repliqué cruzándome de brazos con una pizca de enfado, aunque lo que realmente sentía era vergüenza. Y lo peor es que una parte de mí estaba disfrutando con esto, algo en mí se había encendido tras sus insinuaciones.

—¿Qué?— Curioseó.— He venido a pedirte disculpas. Sólo estaba adelantando acontecimientos y despreocupando a un padre que no va a ver a su hija volver en toda la maldita noche.

Ivar sonrió con orgullo y llevó una de sus manos a mi cintura, mientras con la otra se apoyaba en la muleta. Solté una risita muy a mi pesar y frené su cercanía poniendo una mano en su pecho.

—Aún no he oído esas disculpas.

—Lo siento, Assa.— Suspiró, el aire abandonando sus pulmones.— Nunca fue mi intención enfadarte ni causarnos enfrentamientos. Dije lo que dije sin pensar en las consecuencias, pero sé que no estuvo bien. No volveré a ser tan estúpido.

Esta vez era yo la que sonreía orgullosa. Su mirada mostraba un claro arrepentimiento y su voz impostada me demostraba la seguridad que tenía en sus palabras. Este era el Ivar que quería ver y el que me hacía restarle importancia a todo lo que había pasado. Posé mi mano en su cuello y lo atraje hacia mí para besarle con cariño.

—¿Esto significa que estoy perdonado?— Inquirió con auténtica preocupación. ¿Tanto le había afectado nuestra pequeña y nimia discusión?

—Totalmente.— Él soltó un suspiro de alivio y clavó sus dedos en mi espalda antes de volver a besarme con frenesí. Su respiración agitada contra mi piel me hizo temblar, y no de frío precisamente.

Finalmente me convenció –o me dejé convencer– para pasar la noche juntos en sus aposentos. Echaba tanto de menos su roce que habría sido imposible negarme. Y por si eso no fuera suficiente, su habitación tenía un aura casi hipnotizante, mágica. Las horas no pasaban entre esas cuatro paredes y la tenue luz del fuego alumbraba la estancia de una forma casi seductora.

—¿Te puedo preguntar algo?— Dije mientras Ivar se quitaba la armadura sentado sobre el filo de la cama. Con un gesto me había indicado que no necesitaba ayuda.

—Adelante.

—¿Por qué fuiste a mi casa? ¿Por qué entraste?

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora