91 - Estrategia

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La muralla que protegía a la ciudad estaba a rebosar de hombres, los cuales lanzaban sus flechas contra los guerreros de Bjorn Piel de Hierro. Al menos hasta que Ivar ordenó que cesara el contraataque, pues esa respuesta táctica lo único que conseguiría sería acabar con nuestra munición y dejarnos vulnerables. A unas cuantas millas de la playa del fiordo había una fila de barcos que impedían el acceso a otras embarcaciones hacia nuestra ciudad, por lo que el asedio era completo y eficaz. Nadie podía venir a ayudarnos ni tampoco podíamos salir para buscar suministros: todo lo que podíamos conseguir estaba dentro de Kattegat.

La situación era compleja aunque llevadera al principio, pues la estrategia de Bjorn se basaba en la espera hasta que se agotaran nuestros suministros. Sin embargo, con el paso de los días, el ánimo de la población comenzó a diezmar, alentada por flechas de fuego que incendiaron varias viviendas aleatoriamente. Algunos pensaban en la rendición, mientras que otros fantaseaban con abrir las puertas y luchar cuerpo a cuerpo.

—Reina Astryr...— La voz cascada de una mujer me hizo girar sobre los talones.

Nos encontrábamos en medio de la plaza, llena de transeúntes que viajaban hasta el Mercado Central esperando que quedara algún alimento seco y duro que comprar, pues los víveres frescos se habían agotado hacía días. Lo único que todavía se podía encontrar eran cereales y legumbres, aunque a precios desorbitantes.

La mujer que suplicaba mi atención llevaba en los brazos a un niño de poco más de un año. El pobre lloraba las mismas lágrimas que su madre.

—Ayúdeme, por favor. No tengo nada para darle de comer. Noto cómo se muere en mis brazos cada día, ¿majestad, sabe lo que es eso? Usted también tiene un niño pequeño, ¿puede entender lo que siente una madre al no poder alimentar a su bebé?

—Yo...— Las palabras se me quedaron atascadas en la garganta al escuchar sus súplicas. El niño famélico se había callado como si quisiera escuchar mi respuesta.— Venga conmigo, veré qué nos queda.

Entramos juntas al Gran Salón, donde se encontraba Ivar en una reunión junto con Hvitserk y los guerreros de mayor rango. Tratando de pasar desapercibida, llevé a la mujer y a su hijo hasta la cocina y ordené que les prepararan algo de comer. A nosotros tampoco nos quedaba mucho, pero al menos no nos moríamos de hambre como mucha otra gente. Después me dirigí a la parte de atrás de las mallas donde se encontraba Margreth cuidando de Einar. Al verle tan regordete me sentí afortunada, aunque a la vez tenía unas ganas indecibles de enfrentar al hombre que estaba provocando tanta hambruna.

—¿Han terminado ya la reunión?

—No, aún siguen allí.— Me senté a su lado y le di un beso a Einar, quien estaba más preocupado de sus juguetes que de la situación extrema en la que nos encontrábamos.

—Es buena señal, ¿no? Será que están preparando el contraataque.— Preguntó ella con los ojos abiertos como platos.

—Sinceramente, no sé de qué están hablando. Pero conociendo a Ivar, esa situación llegará más pronto que tarde.

—Eso espero. No quiero que muramos aquí dentro...— Bajó la mirada y se llevó las manos al vientre con preocupación. Esa expresión solo podía significar una cosa.

—Espera. ¿Estás...?

Margreth me miró y asintió con los labios fruncidos y los ojos vidriosos. Solté un suspiro de alegría y la rodeé con mis brazos. No era un buen momento para estar embarazada, ambas lo sabíamos, pero estaba segura de que saldríamos de esta. Y nuestros hijos también.

—¿Lo sabe Hvitserk?

—Aún no se lo dicho, está muy ocupado últimamente y tampoco quiero distraerle.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora