145 - Puedes contar conmigo

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[Narrador Externo]

Su regimiento era el último en salir del campamento y eso les ponía en mayor peligro que a los demás. Si los sajones habían descubierto la brecha defensiva en la frontera, no solo no tendrían forma de entrar sino que probablemente les masacrarían sin complicaciones. Por esa razón, que estuviera habiendo un retraso en la salida debido a un imprevisto le estaba haciendo perder la razón.

—Si no salimos ya no llegaremos a tiempo.—Gruñó entre dientes con las manos apoyadas en el respaldo de una silla y el cuello hacia abajo.

—Tenemos toda la noche, podemos llegar de sobra.— Le animó Torvi, acariciando su espalda para tranquilizarlo. Nunca solían darse muestras de afecto en público, en realidad tampoco en la privacidad, pero ella sabía que tenía que hacerle ver de alguna forma que todo iba bien. A pesar de que hubiese un pequeño retraso. Ubbe torció el rostro para mirarla de reojo y frunció los labios en una sonrisa de agradecimiento. Pero eso seguía sin ser suficiente, lo único que necesitaba es que salieran ya. Odiaba la impuntualidad y el cambio de planes.

—¡Ubbe!— Uno de sus oficiales entró en la tienda con paso acelerado y el aludido se irguió rápidamente con expectación.— Acaba de llegar una mujer que dice ser la reina. Sígueme y te llevaré hasta ella.

—No puede ser...—Frunció el ceño con exasperación y se puso a caminar detrás del oficial. Lo último que necesitaba ahora era otra distracción o tener que lidiar con una impostora.

Caminó hasta la entrada del campamento, seguido por Torvi, con esa expresión en la cara de hartazgo.

Obviamente era absurdo que Astryr apareciera ahí de repente pero si yendo a ver a la impostora conseguía que el regimiento se pusiera en marcha, lo haría con gusto

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Obviamente era absurdo que Astryr apareciera ahí de repente pero si yendo a ver a la impostora conseguía que el regimiento se pusiera en marcha, lo haría con gusto. En efecto, había una mujer esperando. Tenía un aspecto andrajoso, el cabello sucio y despeinado y el cuerpo tan magullado y famélico que parecía enfermo. Ubbe se sorprendió de que alguien como ella pudiera estar proclamándose reina.

—Ubbe... Soy yo...—Los ojos de la mujer se ensuciaron de lágrimas y la espada que esgrimía cayó a la tierra sonando un golpe seco. Era difícil reconocerla, pero su voz era indistinguible e inigualable. Ubbe expiró con extrañeza al darse cuenta de que era ella y sus propias lágrimas le nublaron la vista al verla tan descompuesta.

Acortó distancias lentamente y la abrazó con miedo a romperla pero con la intensidad que te pide el cuerpo cuando por fin alcanzas a tocar a un ser por largo tiempo anhelado. Su corazón estaba en un puño, sus manos no reconocían la piel que tocaba ni los huesos que se dejaban ver. Habían pasado más de diez años desde la última vez que la vio, asumía que iba a haber un cambio, pero lo que se había encontrado era casi la muerte personificada.

Por su parte, ella no podía dejar de llorar en los brazos de Ubbe. No lo hacía por lo mucho que le había echado de menos todos esos años atrás, sino porque era la primera vez que se sentía segura en mucho tiempo. Era el primer rostro conocido que veía y eso le daba una felicidad inconmensurable. Por unos segundos, el miedo y la tragedia quedaron de lado y solo estaban ellos dos. Su pecho era lo suficientemente cómodo para dormirse ahí mismo.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora