56 - Ya lo sabe

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[Narrador Externo]

Con el paso del tiempo la temperatura comenzó a bajar y el caluroso abrazo de Ivar era insuficiente para mantener su cuerpo caliente. Astryr se levantó del suelo y se volvió a poner el arduo vestido lleno de lazos y cordones. No obstante, merecía la pena el trabajo, pues tenía una caída majestuosa y un escote cuadrangular precioso. Había sido obra de las laboriosas manos de su abuela, las que trenzaron la lana con esmero y dedicación. El vestido tardó semanas en manufacturarse, pero estuvo listo para el día en que cumplió los dieciséis años. Desde entonces, se había convertido en su vestido más especial, a pesar de que el color rojo rubí estaba cada vez más desteñido.

Ivar la miró desde el suelo lamentando que tuviera que volver a vestirse, pero el tiempo se estaba poniendo frío y no quería que se resfriara. Intentaba aprovechar los últimos momentos de la tarde para disfrutarla, antes de que tuvieran que volver a Kattegat.

—Mañana por la mañana tengo algunos asuntos, pero por la tarde te voy a buscar. Todavía me quedan muchos sitios que enseñarte y el de mañana te va a maravillar, estoy seguro.— Informó con alegría, imaginando que ella se sentiría igual de emocionada.

—Mañana no puedo. Mi padre quiere que vaya con él a pescar, piensa ir más lejos que de costumbre y necesita a alguien que le acompañe.— Respondió ella con tristeza y serenidad, dando a entender que no había vuelta atrás. Por mucho que la disgustase el plan, lo tenía que acatar.

—Pero a ti no te gusta navegar, ¿por qué vas a ir tú? ¿Por qué no va tu hermano?— Espetó con desilusión.

—Él tiene otras cosas que hacer aquí, no puede desatender esos asuntos

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—Él tiene otras cosas que hacer aquí, no puede desatender esos asuntos.— Ella suspiró con una expresión triste. Era a la que menos le apetecía ese plan.

Ivar se cruzó de brazos con molestia. Había planeado el día al milímetro, dejando de lado algunas cuestiones porque lo único que realmente deseaba era estar con ella y enseñarle maravillas y contemplarlas juntos. Pero ahora todo esa ilusión se había evaporado con un simple "no puedo".

—No pasa nada, iremos otro día.— Astryr sonrió y puso sus manos en los brazos de él, pidiendo que le mirara. De alguna manera era consciente de lo mucho que le estaba costando tragar con la mala noticia.— Tenemos toda la vida por delante, solo estaré fuera un día.

Él la miró y se preguntó si realmente era sincera al decir que tenían toda la vida por delante. Para él, la vida era el aquí y el ahora, no sabía esperar, la paciencia no era su fuerte. Quería ordenarla que se quedara, que no cambiara los planes que había hecho para ella. Sin embargo, un descarga de lucidez le hizo ser comprensivo y aceptó la situación que se estaba dando.

—¿A dónde irás?— Preguntó porque, si no podía tenerla, al menos quería saber dónde iba a estar.

—Fuera del fiordo, mar adentro.— A Astryr le dieron escalofríos sólo de pensarlo. No le gustaba ni un pelo navegar y menos para la pesca. Aunque debía estar agradecía, gracias a eso era que comían ella y su familia.

A Ivar tampoco le hacía mucha gracia, el mar era peligroso y bravo y podía echar a abajo cualquier construcción de navío que no fueran las de Floki, las cuales estaban bendecidas por los dioses.

—Cuídate, por mí.— Agarró su mano y la besó suave y fugazmente. Ella asintió sonriente y le dio un beso en la frente.

—No te preocupes por mí

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—No te preocupes por mí.

(...)

Volvía al Gran Salón justo al entrar la noche. Se había perdido la cena pero tampoco tenía apetito, sólo quería tumbarse en la cama y dejar descansar a sus piernas.

—Ivar, disculpe.

Uno de sus secuaces le llamó a sus espaldas, pero él no tenía la más mínima intención de atenderle. Quería estar solo, pensar en Astryr y dormir para que el dolor se fuera.

—Ahora no.

—Es importante, señor. Es sobre lo que me pediste que averiguara sobre Astryr, la hija del pescador.

Ivar frunció el ceño y se giró lentamente para mirar al joven que le hablaba. Era un chico de a penas diecisiete años, delgado e imberbe, pero extremadamente astuto y sigiloso. Después de aquel día en que Astryr llegó a sus aposentos con lágrimas en el rostro, dejó en sus manos la tarea de averiguar qué le había pasado. A pesar del tiempo, nunca había dejado de preguntarse qué pasó aquella noche. Y, efectivamente, no paró hasta saberlo.

—Habla.— Ordenó mientras se sentaba sobre el trono del que se había adueñado Bjorn. Pero ese era otro tema.

—No lo sé con certeza, pero creo que está implicado su hermano Axe.

—¿Por qué? ¿De qué le acusas?— Frunció el ceño, deseando que sus sospechas no fueran validadas. La única vez que había estado con él no se había sentido cómodo, ese hombre generaba desconfianza.

—No le acuso de nada, mi señor, sólo digo lo que veo y lo que escucho.— Balbució el chico y Ivar le pidió que continuara.— Hace un par de noches estuve en una hoguera en la playa, sólo estaban hombres de clase media y bebían sin parar como borrachos. Reconocí al hermano de Astryr así que me mantuve cerca, sólo por si acaso. Para ser sincero, había algo en aquel hombre que no me gustaba y pensé que podía descubrir algo estando con él.

—Continúa.

—El grupo de amigos empezaron a hablar de mujeres y a decir groserías, ya sabe, estaban borrachos. Uno de ellos resaltó algunos atributos físicos de Astryr y su hermano se regocijó en que la tenía en casa y podía poseerla cuando quisiera. El resto de hombres le animaron para hacerlo y compartirla con ellos, hasta que Axe admitió haberla tocado y asustado porque le hacía gracia jugar con su inocencia.

Un calor sofocante comenzó a ahogarle y a amenazar con estallar cada vena de su frente. Bufó como un toro pero mantuvo la calma, aunque su cuerpo le vociferaba que saliera de allí y matara a ese hijo de puta. Necesitaba saberlo todo, necesitaba saber qué cojones había hecho.

—¿Qué más?

—Nada más, mi señor.— El joven había entrado casi en pánico al ver cómo crecía en Ivar la rabia, el caos y la destrucción. Estaba a segundos de explotar y esperaba no ser una muerte colateral.— Desde entonces he investigado, con su permiso, y he notado cómo la mira, deseándola, y cómo ella le evita a toda costa. Si pasó algo aquella noche, estoy casi seguro que fue causado por su hermano.

—Buen trabajo. Ahora vete.

—Sí, señor.

El joven salió escopetado del Gran Salón, abandonando a un hombre inestable, rabioso y sediento. Imaginar a Astryr en manos de otro hombre le mataba, pero imaginarla siendo forzada le llenaba de cólera, le fundía las venas, le nublaba la razón. Ese cabrón no se hacía una idea de lo que se le venía encima.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora