Aprendí a quererle en tan poco tiempo. Tan sólo habían sido dos semanas, pero qué dos semanas. Todos los días encontrábamos un rato para vernos y cada noche estaba con él, aunque no siempre pudiera ser físicamente. Ivar se había abierto a mí, por fin, y nada me hacía más feliz que verle seguro de sí mismo.
Sin embargo, no era todo bonito en nuestra relación. Lo que fuera que teníamos lo guardábamos bajo secreto, más por mi petición que por la suya. No quería hacerle daño a Ubbe y sabía que Hvitserk se iba a oponer a esto, así que decidí que lo mejor era guardarlo en secreto por el momento. Esto nos regalaba dulces encuentros a escondidas y salidas a hurtadillas a altas horas de la noche, pero comenzaba a pensar que no era suficiente. Que quería estar a su lado incluso cuando estuviera rodeado de gente en el Gran Salón o dándole un beso cuando me viniera a ver al Mercado.
A pesar de todo, Ivar daba una tregua a mis pensamientos: el día había llegado. Partíamos hacia Inglaterra centenares de hombres y mujeres, infundados en telas de cuero y lana. Comenzaba la gran redada.—Astryr, ¿estás lista?— Vociferó Egil apoyado en el marco de la puerta.
—¡Voy!
Llevaba las manos llenas de cosas, tanto que tuve que hacer malabarismos para atravesar la puerta de entrada. Mi padre y Axe nos desearon buen viaje de forma fría y distante, eran igualitos. A veces me preguntaba cómo mi madre pudo enamorarse de mi padre, con lo sumamente diferentes que eran.
—Volved.— Impuso mi padre con seriedad, dándonos una orden clara y concisa.— Sanos y salvos, los dos.
—Descuida.—Asintió Egil, respondiendo por los dos.
Caminamos durante unos minutos hasta llegar al puerto, donde decenas de barcos aguardaban a nuestra llegada. Egil y yo nos dirigimos hacia uno de ellos, del cual destellaba una pintura dorada en la proa. Sería el barco con el que nosotros navegaríamos, junto con Ivar y sus hermanos.
Nos subimos en él para dejar las cosas y acomodar los escudos. Mientras Egil montaba nuestras pertenencias, yo me bajé del barco para encontrarme con Ivar. Él sonrió abiertamente al verme y divisé un pequeño movimientos reflejo en sus brazos, como si estuvieran dispuestos a abrazarme.—¿Estás nerviosa?
—Un poco.— Me encogí de hombros y miré en derredor con una sonrisa inquieta. Cientos de personas caminaban de un lado a otro, cargando con sus pertenencias y luciendo sus decorados escudos. Nadie parecía fijarse en nosotros.— Esto es nuevo para mí, pero tengo tantas ganas de llegar y ver aquello... Nunca he salido del condado, ni mucho menos de Noruega. Así que sí, estoy nerviosa pero muy emocionada.
—Vamos a una guerra, cariño. No es la ruta de la seda ni vamos de turistas.—Dijo con bondad, sin querer quitarme la ilusión pero haciéndome abrir los ojos.
—Lo sé, lo sé. Pero aún así, ¡tengo tantas ganas! ¿Tú no?
—Yo solo quiero vengar la muerte de Ragnar. Y que esos cabrones paguen por lo que hicieron.— Su carisma cambió radicalmente, acompañado de una mirada perdida en sus recuerdos.
—Lo haremos.— Acaricié su mejilla y sonreí, inculcándole fuerzas.— No tengo dudas de que lograrás todo lo que te propongas en esta vida.
Ivar emitió una media sonrisa, aún afectado por el recuerdo de la fatídica muerte de su padre, pero tuvo la voluntad de estrecharme entre sus brazos. La capa de piel que me había regalado hacía a penas unos días me dificultaba sentirle debidamente.
El sonido de un cuerno nos separó, indicándonos que era hora de partir. Y no me daba ninguna pena dejar Kattegat atrás, ya llevaba conmigo todo lo que quería.
—Yo debo ir en otro barco.— Habló Ivar justo cuando llegamos al que creía que iba a ser el nuestro. Hice un mohín ante la mala noticia, a lo que él respondió con una leve risa.—Estaremos siempre cerca, lo prometo.
—¡Venga, vamos! ¿Qué haces ahí todavía?— Dijo Hvitserk saliendo de la nada. Al darse cuenta de que estaba hablando con Ivar se quedó sorprendido, pero no dijo nada al respecto.— Tenemos que irnos ya de ya.
Asentí y volví mi mirada a Ivar. Tuve que reprimir las fuertes ganas de besarle, limitándome a sonreír con ganas.
—Cuida bien de ella.— Apostilló cuando ya nos estábamos subiendo a la gran embarcación. Sonreí abiertamente ante su comentario en público, como si no le importara lo que otros pudieran pensar acerca de eso.
—Yo todo lo cuido bien.—Añadió Hvitserk con gracia.
[Narrador Externo]
Ubbe llevaba días notando raro a su hermano pequeño, se le notaba menos de mal humor que de costumbre, que ya era mucho decir. Sus discusiones diarias estaban bajo mínimos históricos e incluso sonreía sin motivo alguno. Aunque sospechoso, Ubbe no tenía tiempo ni interés en tratar de averiguar qué le pasaba.
Hasta ese día.
Al verles tan juntos en el embarcadero empezó a atar cabos sueltos. En las últimas semanas se los había encontrado juntos varias veces y, por si eso no fuera poco, Astryr se había estado comportando de una manera un tanto esquiva con él. Al principio no lo tomó enserio, pues él también estaba distante por todas las tareas en las que estaba inmerso. Pero ahora, todo cobraba sentido.
Ubbe no tenía los celos enfermizos que podía llegar a tener su hermano, pero la quería a salvo por encima de todo. Y odiaría ver como alguien como ella caía en las garras de alguien como Ivar. Simplemente era demasiado buena y, desde su punto de vista, manipulable. ¿Cómo sino podía estar con su hermano?
—¿Astryr? Pensaba que no era tu tipo.— Soltó una vez el barco empezó a navegar, pillando a Ivar desprevenido.
—¿De qué hablas?— Rebatió con su acento característico el tullido.
—Aquel día en el Gran Salón, recuerdo cómo te reíste de ella y dejaste bien claro que no era tu tipo.— Ivar apretó la mandíbula, era tan fácil hacerlo enfadar.
—¿A qué viene esto?
—Mira hermano, no sé a qué estás jugando ni quiero saber cuáles son las retorcidas razones por las que estás acercándote tanto a ella.— Ubbe se puso en cuclillas para mirarle de frente.— Pero vas a dejarla. Porque estoy cansado de verla mal por tu culpa y sé que, en algún momento, la vas a volver a hacer daño. Y yo voy a ser el que esté ahí para calmarla, pero no quiero arriesgarme a que le hagas un daño irreparable. Así que, vas a dejar este juego diabólico al que estés jugando con ella.
—Ella me importa.— Ivar frunció el ceño, aturdido por las acusaciones de su hermano mayor.
—No te importa nadie más que tú mismo, Ivar. Y no te lo reprocho, ¿cómo vas a cuidar de alguien si apenas puedes cuidarte a ti mismo?— Espetó mirando sus piernas con cierta repulsión, como nunca antes lo había hecho. Ese pequeño gesto, rompió el corazón del tullido. Ubbe nunca le había tratado así, nunca se había reído de él ni de sus deformidades, pero parecía que Astryr sacaba su lado más cruel.
—Pero en el caso remoto de que te importe...—Continuó.— Déjala ir. Porque mantenerla contigo es la única forma de que no esté a salvo. Todos vimos como matabas a Sigurd, tu propia sangre, y como matabas a esa esclava, tu amante. ¿Qué harás en tu próximo ataque de rabia, Ivar? ¿Llevártela a ella?
Ivar agachó la cabeza, avergonzado por las cosas que había hecho y asustado por las insinuaciones de su hermano. Él jamás le haría daño, al menos no le pondría una mano encima. No lo haría.
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El palacio del sufrimiento // Ivar The Boneless
FanficY te quiero a rabiar Pero sabes que hay un infierno dentro de mi cabeza No te dejes llevar Lucharé contra las fieras No te dejes llevar Tengo el corazón a medias ¿No te dije que me llenas? [Créditos: Hoy es el día - Lionware] Finalista Premios Watty...