El puesto de enfermería ya había recibido a su primer paciente, un joven soldado que sufrió una contusión tras caerse del caballo. No era severo ni preocupante, pero sus pequeños cortes y abrasiones me sirvieron para enseñar a las otras mujeres a cómo curar ese tipo de heridas. Además, el joven estaba recibiendo un trato impecable y descansaba en el silencio de la tienda.
Ubbe vino a verme esa misma mañana, interesado por cómo estaba yendo el puesto y si teníamos suficientes recursos.
—Está listo y preparado.— Asentí mientras me limpiaba las manos en un delantal.
—Perfecto. Mañana es la batalla, si ves que te falta algo todavía tienes tiempo de pedirlo, ¿vale?— Ubbe me dio un beso en la frente con cariño, pero algo en su tono de voz me había dejado inquieta.
—Vale, ¿a qué hora salimos?
—¿Salimos?— Él frunció el ceño y echó un rápido vistazo a la tienda detrás de mí.— Tú te quedas aquí, ¿no es cierto?
—No, Ubbe. Voy con vosotros y en cuanto volvamos me pondré con los heridos. Las chicas se encargaran de las primeras consultas y de organizar a los soldados.
Ubbe se quedó pálido, intentando asimilar el hecho de que iba a ir a la batalla con ellos. Hasta el último momento se había aferrado a la esperanza de que no fuera.
—Debes quedarte aquí, sino esto no tiene ningún sentido. Apoyé tu propuesta porque confío en ti y en tu liderazgo. Y ahora me dices que no vas a estar... Me has mentido.
—¡No!— Exclamé preocupada porque pensara eso de mi.— No te he mentido, yo voy a estar y voy a supervisarlo todo. Pero también voy a ir al frente, ¿sino para qué he estado entrenando durante tanto tiempo?
—Astryr...— Negó mi nombre con la cabeza y agachó la mirada.— No quiero que te pongas en peligro.
—Lo sé.— Sonreí con ternura y le di un beso en la mejilla. Aunque era difícil romper su expresión seria, logré percibir un atisbo de sonrisa.— Estaré bien, lo prometo.
Un par de hombres solicitaron a Ubbe a gritos, así que se tuvo que despedir y dar la conversación por zanjada, admitiendo que había perdido en sus intentos por convencerme. Puso una mano en mi cintura y me besó en la coronilla distraídamente.
—Por los dioses, qué mujer tan cabezota.— Murmuró entre dientes, provocándome una risa divertida.
Después del encuentro con Ubbe, y en vista de que no tenía nada más que hacer con el soldado convaleciente, me decidí a ir en busca de Ivar. No le veía desde el día anterior, desgraciadamente los dos estábamos sumidos en nuestras propias tareas. Cuando no le podía ver un día, sabía que al siguiente tendría más ganas de estar con él, tocar su espalda, besar sus labios y aspirar su aroma. Pero por encima de todo, tenía ganas de que habláramos. De contarle cómo me estaban yendo las cosas y del primer paciente que ocupaba las camillas del puesto. Y también quería que él me contara sus planes, sus estrategias o cualquier cosa que le pasara por la mente. Me gustaba la simplicidad de escucharle hablar.
Por otro lado no me sacaba de la cabeza nuestra última conversación, la liberación total de lo que sentíamos. Desde que había aceptando en voz alta que le quería, ya nadie podría quitarme el sentimiento de encima.
Al llegar a su tienda me asomé entre las losas y vi a un hombre agachado frente a Ivar, ayudándole a ponerse las protecciones y retenedores de las piernas. Eran piezas nuevas de metal, parecían pesadas y difíciles de colocar. El hombre estaba haciendo un gran esfuerzo para colocarlas pero al hacer fuerza le hizo daño y Ivar pegó un grito de dolor.
ESTÁS LEYENDO
El palacio del sufrimiento // Ivar The Boneless
Hayran KurguY te quiero a rabiar Pero sabes que hay un infierno dentro de mi cabeza No te dejes llevar Lucharé contra las fieras No te dejes llevar Tengo el corazón a medias ¿No te dije que me llenas? [Créditos: Hoy es el día - Lionware] Finalista Premios Watty...