[Narrador Externo]
Esa noche no pudo dormir. El silencio le aturdía y cada vez que escuchaba el más sutil sonido se ponía en completa tensión. Las horas pasaron en una lenta agonía hasta que por fin la ciudad se puso en pie. Cientos de guerreros salían de sus humildes cabañas en dirección a los barcos que los llevarían más lejos que nunca. Era un viaje peligroso, un viaje a lo desconocido, exclusivo para las almas más valientes y viajeras. Ivar se preguntó si realmente ella tendría el valor de embarcarse en una aventura como aquella, y la respuesta le hizo palidecer. Desde luego que se sentiría atraída por ese viaje, por ir a descubrir algo nuevo y diferente. Pero le mataba de miedo pensar que una tierra lejana era más importante para ella que su amor, el cual había dejado totalmente expuesto. Si finalmente se iba, si le abandonaba, no volvería a ser el mismo nunca más. Se prometía a sí mismo despojarse de todas sus emociones si es que aquello ocurría, aún cuando se aferraba a la esperanza de que no lo hiciera.
Desde la distancia, observaba con ojo de halcón a cada una de las personas, hombres y mujeres, que subían a los barcos. El hecho de no verla le llenaba de una frágil felicidad, como si tuviese miedo de emocionarse demasiado. Casi una hora después los barcos comenzaron a retirar las cuerdas que los atracaba al puerto. Ivar miró a su hermano Ubbe desde la distancia y tuvo una sensación de triunfo justo antes de que una mujer le tocara la espalda y él se girara.
Astryr. Era ella. ¿Podía ser ella? Ivar parpadeó con frustración, deseando que su visión tuviera un mayor alcance. Pero la embarcación se alejaba y el cuerpo de la mujer quedaba escondido tras la ancha espalda de Ubbe. Ivar sintió que perdía el equilibrio, pero se recompuso velozmente y se dirigió a la posada tan rápido como sus piernas se lo permitieron. Si ella había decidido quedarse, estaría allí con total seguridad.
—Necesito ver a Astryr. Ya.— Ordenó nada más presenciarse en la entrada del gueto insalubre. La recepcionista pegó un sobresalto.
—No hay nadie en la posada. La joven salió hace un rato.
—¿Cuánto? ¿Hace cuánto tiempo salió?
—No lo sé, mi señor. Una hora quizá.
Ivar apartó la mirada y miró de soslayo a la losa que daba entrada a la estancia de los dormitorios. De un tirón la apartó y observó que, efectivamente, no había ni un alma en el interior. Entonces se dio la vuelta y abandonó el lugar y caminó sin pausa hasta salir de Kattegat y hasta que las piernas le rogaron a gritos un descanso. Pero ni siquiera el dolor de su cuerpo era comparable con el dolor de su corazón, el sentimiento de abandono, de no tener nada, de haber perdido lo único que amaba.
En su desgarradora agonía comenzó a maldecir a sus padres y a sus hermanos, por haberle criado en una soledad pasmosa, por haberle convertido en un desastre. Durante años tuvo la certeza de que no era capaz de amar, de que tenía esa carencia igual que sus piernas carecían de fortaleza física. Pero Astryr le había hecho ver que no era cierto y que los monstruos como él también se enamoraban. Puede ser que no mereciera su amor por todos los errores que había cometido y por el infierno que le había hecho pasar, ¿pero acaso no se mereció ser amado cuando tan solo era un crío? ¿Cuando ni siquiera sabía hablar? ¿Cuando empezó a gatear? ¿Por qué le habían despojado del amor desde su tierna infancia? Hasta entonces no se lo había preguntado de una manera tan profunda y doliente, porque no era hasta entonces cuando sabía lo que se sentía ser amado. Porque era en ese momento de total desolación cuando entendía que su vida, sin ella, iba a ser intolerable.
En la soledad de la naturaleza lloró como un niño, como nunca se había permitido desde que empezó a ser consciente de sí mismo. Lloró por ella, por él y por su maldición de tullido. Pero entonces unos pasos le hicieron callar y ponerse en alerta. No eran de un animal, sino de una persona. Agarró el hacha que colgaba de su cintura sin llegar a desengancharla, y con paciencia esperó a que el intruso se mostrara entre la maleza.
Su rostro se descompuso al verla frente a él, con un vestido azul marino y un par de flores en el cabello. Se mostró ante él como si fuera una diosa, como un rayo de luz en una ciénaga, como una mano que salva a un hombre a punto de ahogarse. Parpadeó varias veces para asegurarse de que era ella pero su corazón seguía en un puño.
—No te has ido.— Logró articular, incrédulo. Se le iba el alma por los ojos al verla.
—No podía.— Dijo ella nerviosa, con el corazón latiéndole en los oídos. Se acercó un poco más hacia Ivar y quedó compungida al ver sus ojos vidriosos.— Me rompiste el corazón pero aún así no dejo de quererte. Y no podía soportar la idea de alejarme de ti, sabiendo que podría no volver a verte nunca más.
Ivar movió los labios, como si quisiera decir algo pero no tuviera palabras. Se levantó lentamente de la roca en la que estaba sentado y quedó de pie frente a ella. Sin una muleta para apoyarse, sus piernas estaban soportando el peso de todo su cuerpo, pero estaban entumecidas. El dolor no formaba parte de él.
—Di algo.— Pidió ella tras un silencio inquietante y miradas más profundas que un océano. Podía ver en sus ojos la ilusión, pero necesitaba que le hablara. Acababa de tomar una decisión crucial en su vida y necesitaba sentir que no se había equivocado.
—Assa, yo...— Balbució mientras auscultaba todo su rostro hasta llegar a sus labios. Entonces sintió el impulso desmedido de besarlos y lo hizo como si tuviera los pulmones vacíos y ellos fuesen aire.
Cruzó el espacio que los separara y la atrajo hacia su cuerpo con seguridad, queriéndola cerca y accesible. La mantuvo contra su cuerpo durante todo el beso y ella le recibió inmediatamente, aceptando su liderazgo. Sus labios empezaron a moverse, explorando la forma del contrario. Los labios de Ivar se movían una fracción se segundo más rápido, pues era él quién dirigía el ritmo. Sus narices acariciaban la mejilla del otro y sus frentes y barbillas estaban conectadas, mostrando así la cantidad de cercanía e intimidad del momento. Ella siguió los labios de Ivar cuando él se echó hacia atrás para mirarla a los ojos, pero él era quien dirigía así que Astryr se mantuvo a la espera, hasta que él estuvo listo para volver a sus labios. Es entonces cuando se descubre la dinámica, Ivar controlaba el beso en todas las formas posibles y Astryr estaba dispuesta a esperar y hacer lo que él deseaba.
Al separarse por fin, ambos humedecieron sus labios, saboreando la saliva del otro. Ninguno de los dos admitiría lo mucho que habían hecho de menos ese sabor.
—Te quiero más de lo que jamás he querido a nada.— Habló él, acariciando con sus yemas las mejillas suaves de ella. Con la otra mano rodeaba su cintura.— Voy a cambiar, por ti. Te juro que nunca más volveré a hacerte daño. Voy a cuidar de nosotros.
Ella sonrió, temblando, y se perdió en la mirada sincera que le estaba atravesando las pupilas. Fue en ese momento donde supo que había merecido la pena, que había tomado la decisión correcta y este lugar era el único donde se sentía completa y feliz.
—Sé que ahora mismo no valgo nada, pero voy a trabajar en eso. No te vas a arrepentir de haberte quedado aquí, conmigo.
—Ivar, para.— Ella frunció el ceño y los ojos se le cristalizaron.— Has cometido errores, yo también los cometo a veces. Pero eso no significa que no valgas nada, no te quiero volver a escuchar decir eso. Nada me hace más daño que el saber lo poco que te valoras.
—Vale, perdón, lo siento. No volveré a decirlo.— Se apresuró él, viendo como el rostro de alegría de la mujer a la que amaba se había tornado a uno de pena, casi al borde de las lágrimas.— Te quiero.
—Y yo a ti.
Astryr pasó sus brazos alrededor de él y le abrazó, dejándose inundar por su olor masculino y embriagador. Ivar se aferró a ella, sintiéndose el hombre más afortunado del mundo por poderla sujetar entre sus brazos. Al abrazarla sintió que se encontraba en un lugar delicado y acogedor. Fue solo cuando volvió a sostenerla después de tanto tiempo cuando se sintió limpio y fresco, dejando atrás la putrefacción que le había rodeado en soledad.
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El palacio del sufrimiento // Ivar The Boneless
FanfictionY te quiero a rabiar Pero sabes que hay un infierno dentro de mi cabeza No te dejes llevar Lucharé contra las fieras No te dejes llevar Tengo el corazón a medias ¿No te dije que me llenas? [Créditos: Hoy es el día - Lionware] Finalista Premios Watty...