La vuelta de Bjorn no había traído más que problemas. A pesar de que consiguiésemos que se fuera de la ciudad, éramos conscientes de que no se iba a rendir tan fácilmente y que el día menos pensado volvería para pelear. Los hombres con los que había vuelto del viaje no eran suficientes para enfrentarse con nosotros en una batalla, pero sí tenía buenas relaciones con otros gobernadores cercanos que podrían unirse a él y acabar con nosotros.
No obstante, el riesgo de enfrentamiento no era mi principal problema en estos momentos. Bjorn se había encargado de jugar sus cartas y de abrir un área de confrontación entre Ivar y yo. Quería separarnos y debilitarnos, darnos algo que nos impidiera estar atentos a sus posibles movimientos. Al contrario de lo que esperaba en el momento, Ivar se había negado a hablar sobre el tema. Cada vez que le pedía que me escuchara, me mandaba callar, alegando que tenía muchas cosas que hacer como para estar perdiendo el tiempo discutiendo sobre las mentiras que Bjorn había dejado caer. Pero en el fondo yo sabía que no las pasaba por alto y que tenía más preguntas de las que podía imaginar.
—Mamá, ¿puedo ir a jugar con ellos?— Preguntó Einar, quien iba agarrado de mi mano mientras dábamos un paseo por el Mercado Central. Sus amigos estaban en las escaleras del Gran Salón, acompañados de una de las madres supervisándolos.
—Está bien, pero solo un rato. Pronto cenaremos.
Einar corrió hacia ellos y yo sonreí ineludiblemente. Una de las razones por las que me encantaba verle correr era por los miedos que había tenido durante el embarazo. Le hubiera querido igual si hubiera desarrollado la enfermedad de su padre, pero habría sido una lucha completamente diferente y desafiante.
Entré en el Gran Salón y fui directa a nuestra habitación para dejar un par de cosas que acababa de comprar. Sin embargo, me sorprendí al encontrar a Ivar hurgando entre mis objetos personales de joyería. En la mano tenía un colgante de rubíes que me había regalado hace tiempo, poco después de que me recuperara de la enfermedad. Él lo miraba con interés, aun sabiendo que yo acababa de entrar en la habitación.
—¿No te gusta?— Hizo una pregunta que me pareció retórica. Su tono de voz indicaba problemas.— Se lo arranqué a una joven sajona porque imaginé lo bien que te quedaría a ti. Pero no te gusta, ¿verdad?
—Claro que me gusta, Ivar.— Sonreí ligeramente mientras dejaba la cesta de la compra sobre un estante. Él seguía mirando aquel colgante en su mano.
—¿Y por qué nunca te lo pones?
—No sé, supongo que me olvido de que lo tengo...— Balbuceé ladinamente.
—Póntelo.— Me miró y extendió la mano en mi dirección. Su tono de voz cada vez era más directo y amenazante. Me llevé la mano al cuello donde descansaba el colgante de plata que nunca me quitaba, el culpable de que no me pusiera ninguno de los otros que Ivar me regalaba.
—¿Por qué quieres que-...?
—Sólo quiero que te lo pongas. Es mucho más valioso y brillante que el que llevas siempre.
Dio un par de pasos en mi dirección y yo retrocedí instintivamente hasta que mi talón dio contra la pata de una mesa.
—Quítatelo.— Ordenó, pero yo no me inmuté.— ¿Sabes? Siempre me he preguntado por qué es tan importante para ti ese collar. Y sigo sin saberlo. Pero teniendo en cuenta que lo empezaste a llevar después de tu luna de miel con mi hermano, creo que me empiezo a hacer una idea.
—¿De qué estás hablando?— Inquirí confusa. Ivar miró fijamente el collar de mi cuello y volvió a repetir que me lo quitara.
—Es la última vez que te lo digo, quítatelo.
—No.— Respondí con firmeza, a lo que él respondió agarrando el collar y arrancándomelo de un tirón. La piel de mi cuello ardió y solté un grito ahogado, a la vez que las lágrimas se me agolpaban en los ojos.— ¿¡Qué diablos haces?!
—¡No voy a permitir que mi mujer lleve las joyas que le regala otro hombre! Me estás humillando como marido.— Gritó con rabia mientras yo lloraba.
—Es solo un collar... Lo hizo con mi hermano pequeño...
—Me parece muy bien. Hablando de niños pequeños, ¿me quieres explicar lo que insinuaba Bjorn? Porque te juro que como-...— La frase se quedó atorada en su garganta, se dio media vuelta y lanzó un puñetazo contra la cama con rabia. Nunca le había visto tan enfadado conmigo.
—Sólo fue una vez...— Admití en un hilo de voz, con la mirada fija en mis manos. Ivar se acercó tanto a mí que podía sentir su aliento contra mi rostro.
—¿Lo pasaste bien follándote a mi hermano?
Guardé silencio mientras un torrente de lágrimas lacerantes cruzaban mis mejillas. Nunca me había sentido tan culpable como en estos momentos, aunque esa culpabilidad fuera relativa. Ivar y yo no estábamos juntos en ese momento y mis expectativas de vida eran muy diferentes a lo que terminó sucediendo.
—¿Cómo me pudiste hacer eso?
—Tú y yo no estábamos juntos. Pensaba que lo nuestro había acabado...
—Ya, eso es lo que deseabas, ¿no? Debes estar muy arrepentida de haberte quedado aquí conmigo.
—No.— Alcé la cabeza para mirar sus ojos gélidos y punzantes.— Tú eres la persona que quiero, Ivar. Eres el amor de mi vida, claro que no me arrepiento de haberme quedado. Jamás he dudado de que tomé la decisión correcta.
—¿Y Einar? ¿Ese niño es mío o...?
—Claro que es tuyo, Ivar. Es tuyo.— Sostuve sus mejillas entre mis manos al ver como sus ojos se cristalizaban.
—Si eso es verdad, ¿por qué no te has vuelto a quedar embarazada de mí?— Su labio tembló al mismo tiempo que su voz se rompía.
—Sí estoy embarazada, ¿recuerdas?— Le llevé la mano a mi vientre y sonreí con ternura.— Esto lleva su tiempo, pero los dioses sí nos han dado otra oportunidad. No dejes que Bjorn ni nadie te haga dudar de lo que eres capaz.
Ivar sonrió levemente al mirar mi vientre aún plano. Seguidamente me agarró de la cadera y juntó su frente contra la mía. Mi mano izquierda viajó hasta su cabeza y le acaricié con cariño. No me gustaba discutir con Ivar por lo agresivo que se ponía, pero la mejor parte venía después, cuando sus inseguridades afloraban y se mostraba sin tapujos, con ganas de ser amado y de que le recordaran que todo estaba bien.
—Te quiero mucho.— Prometí contra sus labios. Mi respiración entrecortada se detuvo para escuchar su voz.
—Yo también te quiero.— Aseguró antes de besarme con delicadeza, en contraposición con cómo me había tratado antes, como si me estuviera pidiendo perdón por su anterior comportamiento.— Lo siento por gritarte.
Su mano viajó hasta mi cuello y acarició la piel adolorida con el pulgar. Yo asentí para aceptar su disculpa y entreabrí los labios, buscando una conexión más profunda. Nuestras ligeras respiraciones se entremezclaban al igual que nuestras lenguas, las cuales formaban una dulce armonía sincronizada. Amaba la suavidad de su boca contra la mía y la ansiedad que se empezaba a generar en sus entrañas por querer acelerar el momento. Lo amaba todo de él, a pesar de nuestras discusiones y dificultades.
Unos nudillos acelerados contra la puerta nos pusieron en alerta y Ivar ordenó que pasara. Un guardia apareció ante nosotros con la respiración acelerada y un arco en la mano. Era uno de los centinelas.
—Estamos rodeados. El ejército de Bjorn nos rodea por tierra.
El corazón se me aceleró al mismo tiempo que buscaba la mano de Ivar.
—¿Sólo por tierra? ¿Qué tipo de ataque es ese?— Habló Ivar.
—No es un ataque, majestad. Nos están asediando.
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El palacio del sufrimiento // Ivar The Boneless
Fiksi PenggemarY te quiero a rabiar Pero sabes que hay un infierno dentro de mi cabeza No te dejes llevar Lucharé contra las fieras No te dejes llevar Tengo el corazón a medias ¿No te dije que me llenas? [Créditos: Hoy es el día - Lionware] Finalista Premios Watty...