Forzaba un sendero entre los espigados, tupidos y altaneros árboles que se movían al ritmo del viento que los sacudía con la tormenta. Las hojas de siluetas y matices diversos, alfombraban el suelo húmedo que desconocía la luz del sol y de la luna. Las botas del hombre iban dejando huellas de pies, cuyas ranuras narraban el tiempo y las distancias recorridas.Se detuvo frente a ellas y las miró como si hubiera descubierto un tesoro. Lo eran para él. A la altura de sus ojos, como las ranuras de sus botas, las letras formaban la palabra Papá.