Capítulo 99: AÑO 3

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Los primeros rayos del sol empezaron a reflejarse sobre la poca nieve que aún quedaba.

Alya estaba revisando las trampas junto a Logan, tenía su cabello sujetado en una trenza baja, tratando de aprovecharlo para cubrirse del frío.

Tenía puesto un pantalón gris, una playera azul claro y la chamarra de su padre. Su cuchillo estaba al alcance de su mano derecha, pero sus dagas y arma estaban en casa.

-Es verdad aunque no quieras admitirlo.- decía Alya mientras caminaban.

-Has mejorado.- dijo Logan.- No significa que seas excelente.

-Eres pésimo para la motivación, ¿te lo han dicho?

-Te enseño a pelear, A. No estoy aquí para motivarte.

-Sí, lo que digas.- dijo Alya sonriendo.- Soy la mejor alumna que has tenido.

-Eres la única alumna que he tenido, y tendré.- dijo sonriendo un poco por un momento.- Como sea, tal vez hoy me puedas mostrar tu puntería. ¿Qué tan buena eres disparando?

-Sé unas cosas, pero ¿cómo voy a mostrarte? No podemos disparar. El sonido...

-No hablo de armas de fuego.- dijo Logan.- ¿Alguna vez has disparado un arco?

-No que recuerde.- respondió.- Pero sí una ballesta.

-¿Una ballesta?- dijo burlón.- Cualquiera puede disparar una ballesta, es fácil.

-No diría "fácil".

-Mucho más que un arco, sí. Y es menos precisa. Además que es molesto estarla recargando y tardado. No la elegiría.

Alya prefirió no decir nada más mientras se acercaban a una de las trampas. Habían atrapado un conejo.

-Son cuatro con este.- dijo mientras acomodaba de nuevo la trampa.- Creo que es suficiente para hoy.

Logan guardó al conejo en el costal que traían y comenzaron el camino de regreso a casa.

Al llegar cerca del refugio, saltaron el alambrado que había para caminantes con naturalidad. No tenían muchos recientemente, cosa que ninguno quería decir en voz alta por temor a atraerlos, como una superstición.

Aún así, era extraño, solo tenían que lidiar con media docena a la semana, máximo. Que eran más que los que tuvieron durante el invierno.

Entraron a la casa sintiendo el familiar calor abrazarlos. Ester estaba pasando y sonrió al verlos.

-Buenos días.- dijo.- Se levantaron temprano.

-Trajimos el desayuno.- dijo Alya.

-Y la comida y cena.- dijo Logan.- Conejo. De nuevo.

-No te quejes, es de mala suerte.- dijo Ester acercándose para tomar el costal.- Estoy segura que en estos días encontraran un venado.

-Yo no me esperanzaría mucho.- dijo Logan.- Hasta que la nieve se deshaga, no creo que tengamos mucho movimiento.

Alya empezó a alejarse mientras Logan y Ester seguían hablando.

Subió las escaleras hasta su habitación, donde la puerta estaba emparejada, como la dejó hace un par de horas por si Merle se despertaba para que los demás lo notaran.

Entró para descubrir que su hijo estaba sentándose en su pequeño corral, aferrado a su peluche de zorro.

El sol ya entraba por la ventana iluminando el cuarto.

-Mamá...- balbuceó el pequeño al verla.

-Estoy aquí.- dijo Alya acercándose para cargarlo.- Hola. Te voy a levantar.

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