Capítulo 115

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En Alexandria, Gabriel estaba en la sala con el radio, escuchando las novedades que el grupo le informaba desde Oceanside.

-Los niños la encontraron junto al estuario.- dijo Aaron.- El río debe haberla arrastrado.

-¿Qué significa?- preguntó Gabriel.- ¿Regresaron?

-No sabemos. Pero Alexandria debería cerrarse, por si acaso.

-Espera.- se escuchó la voz de Michonne.- No tenemos suficientes pruebas que lo justifiquen. Mi recomendación oficial es que todos estén alerta hasta nuevo aviso...

No muy lejos, Rosita estaba en su casa junto a su bebé de ahora 3 meses de edad, Eugene y Siddiq.

Eugene no había perdido la menor oportunidad de registrar absolutamente todo respecto al bebé. Como iba creciendo, que tanto dormía, comía, no había una sola cosa de la que no llevara un seguimiento. Era como su pequeño proyecto. Rosita se alegraba por la ayuda.

Siddiq estaba con Eugene frente a una de sus tablas, hablando.

-Cinco minutos y 16 segundos. Ni más, ni menos.- le dijo Eugene.

-Entonces, si calentara la leche cinco minutos y 18 segundos...- empezó Siddiq.

-Hice que el temporizador suene precisamente a los cinco y 16, de modo que esa situación no ocurra.- respondió.- Además, me tomé la libertad de tomar nota de sus comidas y cambios de pañales. Ella es muy puntual. Felicitaciones.

Rosita se aceraba al mismo tiempo que Gabriel, solo que por distintas puertas.

-Eugene.- le dijo Espinoza.- Es una bebé, no un experimento. Las personas no se reducen a gráficos y tablas.

-No, ¿sabes qué?- dijo Siddiq.- Lo aceptaré. Quizá no lo use del todo, o para nada, pero gracias.

-Desde que cada uno recibió esos malditos radios, Eugene, este no deja de hablar.- dijo Rosita mirando a Gabriel.- Debes sacar eso de la casa.

La expresión del líder del consejo preocupó a los demás.

-Oye, viejo.- dijo Siddiq.- ¿Está todo bien?

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Lydia estaba cerca de unos cultivos tratando de practicar aikido, como Henry solía hacerlo. Había tenido que salir de la sala donde les enseñaban a los chicos como leer porque el consejo la necesitaba para una asamblea. No tuvo que escuchar mucho para saber, por sus expresiones, que tenía que ver con su madre.

Trataba de sacar su ira en su "entrenamiento", pero se sentía inútil. Antinatural. No comprendía como es que Henry podía hacerlo ver tan fácil.

Negan estaba cerca, viéndola luchar.

Desde lo que pasó con Judith, Alya pudo negociar un mejor trato. Lo dejaban salir, ayudar en la comunidad, y era relativamente mejor. Por supuesto, había siempre alguien siguiéndolo, pero al menos así podía pasar más tiempo con Merle y la castaña.

-Oye, niña.- la llamó Negan.- ¿Todo bien?

-Bien.- respondió.- Igual que hace 20 minutos.

-¿Para qué era la reunión?- preguntó Negan.- Y, ¿por qué todos te dan la mirada?

-Igual que a ti.- dijo Lydia acercándose.- ¿Qué hiciste en el pasado, en tus tantos años acá? Te he visto con Alya, pero ella no me ha dicho.

-Negan.- escuchó que lo llamaba el guardia asignado.- Vuelva a trabajar. Señor.

Negan solo sonrió del lado agachándose de nuevo con un tomate en la mano. El hombre, de no más de 23 años, miró a Lydia.

-Oye, debes mantener distancia.- le dijo.

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