Capítulo 50

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Alya abrió los ojos levantándose de golpe.

Al quedarse de pie se mareó por el rápido movimiento. Mientras esperaba que su vista sea arreglará llevó la mano a su cuchillo.

Estaba en la carretera, en medio de ella. La posición del sol indicaba que estaba amaneciendo. Su piel estaba lastimada y le dolía un poco el hombro derecho, además que tenía unos raspones en ese brazo.

Su cabeza le dolía, pero no tanto como sus piernas. Mientras se estiraba tratando de recordar ayer se dio cuenta:

Se había desmayado por el cansancio.

Lo último que recordaba es que corría en la oscuridad. Era un milagro que ningún caminante tratara de devorarla mientras estuvo inconsciente, pero ella no lo veía de esa manera.

Eres una inútil.

Había perdido a Beth, tenía que protegerla y ahora ella no estaba. Alguien tuvo que habérsela llevado, pero no tenía idea de quien había sido o en donde estaba.

En ese momento, en medio de la carretera, sola y sin dirección se prometió algo: Nunca más bajaría la guardia, sin importar el lugar que encontrara o quienes la rodeaban. Nunca más confiaría que las cosas buenas iban a durar.

Tomó su mochila y la abrió buscando una de las botellas de agua. A pesar de su mejor intento la bebió toda.

Maldiciendo la lanzó a un lado y siguió caminando. Era lo único que podía hacer.

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Habían pasado ya dos días desde que despertó en esa carretera, sola.

Su cabello suelto no había sido de mucha protección contra el frío. Llevaba una playera negra de manga larga con un pantalón militar y sus botas. En el bolsillo trasero de su pantalón llevaba las fotos que había tomado, no quería perderlas.

Hace dos horas se había acabado la última lata de comida.

En este momento, se acercaba a una casa solitaria que había encontrado. Era blanca con azul por fuera y estaba en buen estado. Se había tenido que desviar de la ruta adentrándose un poco al bosque.

Subió al porche de la casa y trató de ver por las ventanas, pero las cortinas estaban cerradas, no se veía nada por dentro.

Sacó su cuchillo con su mano izquierda y se acercó a la manija, la tomó con cuidado y abrió la puerta. El único sonido que hubo fue el chirrido de la entrada y el crujir de la madera cuando Alya caminó sobre ella.

A su izquierda estaba una entrada a la cocina, esta lucía despejada. A su derecha, a unos metros de la puerta, se encontraba un pasillo que se adentraba en esa dirección, y al otro lado de el estaban las escaleras.

Llegó junto al pasillo, y apenas comenzó asomarse cuando su instinto la hizo retroceder. Distinguió una silueta, seguida de un sonido fuerte. Sintió un raspón en su brazo mientras se cubría.

-¡Mierda!- fue lo único que pudo gritar cuando pegó la espalda a la pared. Había sido un disparo.

Le tomó un segundo comenzar a sentir un ardor en su brazo izquierdo, la bala le había rozado. Era menos que la vez de su pierna, si hubiera dado una vuelta más amplia la bala sí le hubiera impactado. Probablemente, también la habría matado.

Llevó la mano derecha su arma y la desenfundó.

Se comenzaron a escuchar pasos desde el segundo piso, alguien estaba bajando. Quien sea que le hubiera disparado, no estaba solo.

Miró la puerta, estaba abierta pero no huiría. No le importaba lo que pasaba.

Subió su pistola al ver los pies de las personas que bajaban, pero al ver quienes eran, por un segundo pensó que estaba soñando, después que estaba loca. Y solo entonces lo creyó.

What once was || TWD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora