Narra Mateo
Pasamos una velada distendida y divertida. He visto a Malú relajada; charlando, riendo, comiendo, bebiendo y disfrutando como pocas veces se lo permite, y me alegra ser testigo de ello. Rosa no ha hecho más que cargarla con un yugo innecesario y espero que juntos podamos quitárselo.
V: Un angelito... un angelito...
Se queja Verónica divertida.
V: Ahí tienes a tu angelito llorando como un demonio, vas tú y la calmas.
Amenaza a mi chica que no ha dejado de chincharla con que la pequeña no puede ser más tranquila y que ella es una exagerada. Lo cierto es que ha dormido como una campeona desde que llegamos, pero sus decibeles apuntan a que ahora empieza la juerga.
- Ya verás como sí la tranquilizo.
Sube a por la niña y poco después aparece con ella, por supuesto con el llanto incrementando por segundos.
- Carli...
Intenta acallarla meciéndola y llenando sus mofletes de besos, pero la pequeñita no parece tener suficiente.
- Venga, cielo, que es muy tarde y tienes que dormir.
Le habla dulcemente haciéndome pensar en Sebastián y en aquella carta que me trajo a ella. ¿Malú, eres madre? Me pregunto silencioso y con una necesidad enorme de conocer la respuesta. Lo haría bien. Muy bien.
V: Trae, voy a darle el pecho.
- Déjamela un poquito más.
Le pide. Efectivamente los lloros empiezan a disminuir su volumen y volverse más quejidos y ruiditos que otra cosa.
- Te desesperas muy rápido.
Sermonea a su amiga, aunque puedo ver que con las mejores intenciones.
- Y es solo un bebé, Vero.
Le recuerda.
- Los bebés lloran.
Joder, ¿por qué hablas como si tuvieras experiencia?
V: Ya.
Suspira dandole la razón.
V: No es fácil hacerlo sola.
- Pero merece la pena.
Asegura besando la cabecita de Carla que ha vuelto a conciliar el sueño.
V: ¿La subes tú?
Le pide.
V: Así no pasa de mano en mano.
Veo el agobio en sus ojos y evita otro episodio a toda costa.
- Claro.
Lo hace, dejándome otra vez a solas con su amiga.
V: No me equivoqué cuando le elegí como su madrina.
Alaba a su mejor amiga.
+ Ya veo que se le dan bien los bebés.
Acierto a decir. Mi cabeza no deja de dar vueltas en su posible maternidad.
- Martín.
Me llama bajando las escaleras.
- Son casi las dos.
Ha sido la única en reparar en la hora.
- ¿Nos vamos?
+ Sí.
Tras agradecerle a Vero por la cena y disculparnos porque se ha alargado demás nos despedimos de ella y salimos al coche. Prendo la radio y conduzco ensimismado al hotel.
- ¿Te lo has pasado bien?
Interrumpe mi transe.
+ Sí, ¿y tú?
- Mucho.
Confiesa.
- ¿De verdad?
Insiste.
- Es que estás muy callado...
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Todos los secretos (Segunda parte)
RomanceUna historia en la que TODOS tienen algo que ocultar