Capítulo 298

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Narra Malú

Comemos entre piques, besos robados, caricias regaladas y risas compenetradas. Nunca pensé que una corta pausa en la jornada de trabajo podría ser tan especial.

- Quiero que me vuelvas a tocar la canción.

Pido mirando el reloj. No tenemos mucho tiempo y necesito volver a oírla, y esta vez, con letra.

+ Mi niña, es triste, no quiero volver a esos sentimientos.

Explica.

+ No sé por qué la he tocado antes.

Se excusa.

+ Y tampoco nos viene bien que te pongas triste tú.

Se niega besando con delicadeza la punta de mi nariz. Me gusta ese gesto tierno.

- ¿Cuándo la escribiste?

+ Ya te lo he dicho.

Sonríe.

- ¿Pero cuando?

Insisto.

+ Cuando creía que estábamos empezando algo juntos, y te vi con Melendi.

Recuerdo aquella noche. Le hice mucho daño. Yo empezaba a darme cuenta que estaba enamorándome de él, y me daba miedo sufrir, por lo que preferí que lo hiciera él.

- Lo siento.

Me disculpo en un susurro, refugiándome en la calidez de su boca. Hoy no permitiría que las cosas pasaran así.

+ ¿Ves? Esto es lo que no quería.

Remata nuestro beso con un piquito.

+ Que tú te pongas triste.

Atrapa mis manos entre las suyas.

+ Porque eso fue hace mucho, y ahora eres mía.

Un beso fugaz cae en mi boca.

- Solo tuya.

Confirmo buscando su lengua con la mía.

- Pero sigo queriendo oír esa canción.

Le pido con cara de no haber roto un plato jamás. Sé que así consigo todo con él.

- Porfi.

Rueda los ojos.

+ Eres una consentida.

Se queja guiándonos otra vez hasta el piano.

+ Que no me lo merezco, lo supe desde siempre, que fue sin darte cuenta, no es fácil de creer.

Entona dejándome loca tanto por la canción como por su voz. Nunca le había escuchado cantar más que unos susurros bajitos.

+ Que nunca encontrarás otra persona como yo, y todas esas cosas que se dicen cuando no hay valor.

Cierro los ojos, disfrutando del concierto privado que estoy presenciando.

+ Que sin pensarlo voy a partirme las alas, voy a pisar el suelo, andar por este mundo sin color. Se muere el ángel, lo has tirado de tu cama.

Me rompe pensar en el daño que le hice.

+ No te castigues, no te culpes, no hay rencor; que solo soy un ángel más caído, amor.

Le miro apenada, pero Mateo está demasiado centrado en el piano y no se percata de mis ojos clavados en él.

+ Son ángeles caídos, que mueren por la boca, cualquier muñeca rota, perdida en algún bar, y tienen tanto amor que regalarte, tantos sueños, que robarte olvidando lo que fueron una vez.

Contengo el aire. Los recuerdos se acumulan en mi cabeza y el daño de aquella noche hoy me lastima a mí. ¿Cómo fui capaz de herirle tanto?

+ Que sin pensarlo voy a partirme las alas, voy a pisar el suelo, andar por este mundo sin color. Se muere el ángel, lo has tirado de tu cama.

Una lágrima culposa rueda por mi mejilla.

+ No te castigues, no te culpes, no hay rencor.

Abre los ojos y me mira, sonriéndome con tanto cariño que entiendo que hay muchas maneras de hacer el amor.

+ Que solo soy un ángel más caído, amor.

Con el dorso de mi mano me limpio el rostro.

- + Se muere el ángel, lo has tirado de tu cama.

Entono con él, aunque muy bajito, con miedo a equivocarme.

+ No te castigues, no te culpes, no hay rencor, que solo soy un ángel más caído, amor.

- Que solo soy un ángel más caído, amor...

Repito la última frase. Ha sido un momento tan mágico que no puedo describirlo. Entendernos en el idioma de la música nos compenetra más si es que eso es posible.

Cuando sus dedos abandonan el piano me lanzo a sus labios como si jamas los hubiese probado. Le beso con tantas ganas, con tanto sentimiento que me emociona pensar en la idea de que dos personas puedan quererse tanto.

- ¿Cómo nunca me habías enseñado esta parte de ti?

Todos los secretos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora