Capítulo 216

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Narra Mateo

Ha recibido el alta. Lo sé cuando la veo pasar por la sala donde llevo esperando incontables horas para saber de ella. Me levanto de la silla como un resorte, deseoso de alcanzarla y apelar a su piedad para que me permita hablar. Se ve tan triste, y saberme el responsable me mata, pero la mirada severa de Pepi me devuelve a mi sitio. La dueña de mi corazón no me ha visto, pero es su madre la que ahora mismo vela por el bienestar que Malú no es capaz de encontrar sola.

+ ¡Joder!

Me vuelvo a dejar caer en la silla cargado de rabia y dolor, la perdí.

Narra Malú

P: ¿Estas segura, cielo?

Mi madre me trata llena de dulzura. No sé qué haría sin ella.

P: En mi casa estaremos cómodas.

El psiquiatra me recomendó unos tranquilizantes para cuando sienta que me hace falta. No he querido un tratamiento como tal, y debo demostrar que no lo necesito, pero la Pepi se niega a dejarme sola en los próximos días y mi única alternativa ha sido pedirle que se instale ella en conmigo.

- Ya lo sé, mami, pero necesito mis cosas, a mis niñas, intentar volver a la rutina.

P: Vale. Voy a dejarte allí y me iré a hacer la compra para prepararte algo de comer.

Podría rebatirle, pero la verdad es que necesito que se ocupe de ello. No estuve el fin de semana por los conciertos y no tengo mucho para que nos apañemos estos días.

P: José irá a verte.

- Quiero estar sola, mamá.

Le pido. No es falta de confianza, pero no me encuentro preparada para mirar a nadie a los ojos y ganarme su compasión.

P: Es tu hermano, Malú.

Rebate.

+ Está preocupado por ti.

- Vale.

Accedo. Si las cosas fuesen al revés yo no aceptaría un no por respuesta, además, de momento José es el único que se ha enterado, y reparo en que necesitaré de su ayuda.

Aparcamos en casa y todavía estoy acariciando a Lola cuando suena el timbre. Es mi madre la que se ocupa de dejarle pasar.

J: Ven aquí, anda.

Me ofrece cobijo nada más verme y no dudo en lanzarme a sus brazos, como tabla en alta mar.

J: No me llores, canija.

No puedo evitarlo. Me rompo completamente aferrada al único hombre en el mundo por el que daría la vida y sé que él lo haría por mí.

J: Como le vea, le parto la cara.

Anuncia con rabia.

- No.

Me limpio las lágrimas y sorbo la nariz.

- Necesito que me ayudes.

Busco fuerzas de donde no las hay para reponerme y hablar tranquila.

J: Lo que sea.

- Mateo no puede volver al equipo.

Sentencio.

- Me vale si quiere dar explicaciones.

Advierto. Nadie sabía lo nuestro. Solo Manu, que no hará preguntas. Y Julian y Yago, que nos vieron en mi cumpleaños.

- Despedirse o lo que le apetezca.

No voy a meterme. Tiene derecho a contar su verdadera identidad o escapar como un cobarde.

- Pero no le quiero volver a ver.

Aseguro. El viernes tenemos concierto y no pienso permitir que esté allí. No podría soportar un encuentro.

- Ni en los shows, ni en el estudio, ni en reuniones.

Clarifico.

- Y no tengo fuerzas para ocuparme.

Vuelvo a hacerme pequeñita.

- Firmaré lo que haga falta.

Sé que la última palabra es la mía.

- Pero por favor, hazlo tú.

J: Cuenta con ello.

- Gracias.

J: Pero no puedo asegurarte que el viernes esté fuera.

Me mira temeroso.

J: Sabes como son estas cosas.

Me recuerda.

J: Debes avisar con semanas de anticipación, y permitirle que busque otro trabajo.

- Que cobre.

De eso se ocupa Sony, y si de ahora en más sigue currando para ellos me vale, tan solo no quiero saberlo, ni mucho menos que sea con mi equipo.

- Pero prométeme que no estará allí.

Todos los secretos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora