Capítulo 314

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- Uffff, era guapísimo.

Empiezo a describirle con una sonrisa tonta.

- Tenía ojos color... cielo.

Confirmo.

V: Uy, que loca te tiene.

La miro confusa.

V: Los ojos son azules, corazón.

Se burla de mí.

V: Y si dices que son color cielo, es porque...

- Venga, va... basta ya con la tontería.

Le pido una tregua avergonzada. Vero siempre consigue sacarme los colores y yo no dejo de caer en sus vaciles.

V: Vale, vale, pero cuéntame más.

Suplica.

- Pues... Pelo claro, con unos rulos desordenados que le hacían tremendamente atractivo.

V: Madre mía, Malú.

Se ríe.

V: Vaya Dios griego.

- Es que no solo era guapo.

Confieso reflexiva.

- Era atento, sensible, comprensivo y más bueno que una monja.

Aseguro.

- Pero a la vez era seductor, apasionado...

Suspiro. ¿De verdad me he inventado a aquel hombre casi perfecto?

V: Estabas enamorada.

Asevera. Sus formas me hacen saber que no es una pregunta.

- Y tanto.

Admito divertida, siguiéndole el rollo.

V: Nena.

Atrapa mis manos mirándome compasiva.

V: Llevas tres años con Sebastián, y pillada otros... ¿cinco?

La memoria no le falla. Me gusta desde que era una cría, pero luego me propuse conquistarlo y aunque me dio guerra, le enamoré.

- Ya lo sé.

Muerdo mi labio inferior.

- Solo ha sido un sueño.

Le quito hierro al asunto.

V: Ya... un sueño en el que estabas enamorada hasta las trancas de un tío que no es tu chico.

- ¿Crees que le soy infiel a Sebas por soñar con otro hombre, y  que encima no existe?

Le recrimino sintiéndome atacada por sus maneras.

V: No, claro que no, Malú.

- Vale.

Acepto, y me quedo en silencio esperando a que suelte la bomba que hay en su lengua. Mi mejor amiga no se calla nada.

V: La pregunta es por qué esta cabecita tan bonita que tienes.

Toca mi frente con su dedo índice.

V: Se inventa a un chico perfecto si tú estás bien y enamorada del tuyo.

- No sé, igual porque estoy cansada de echarle de menos más que de disfrutarle.

Me quejo más cabreada de lo que quisiera.

V: Nena, los dos sabíais que mantener la relación a distancia iba a ser duro.

Sebastián lleva ocho meses viviendo en Miami. El imperio Ortega necesitaba una cabeza allí y mi chico no deja de ser el peón de su padre.

V: Y fuiste tú la que quiso intentarlo cuando él te propuso dejarlo.

Me recuerda. Cuando Sebastián me contó que no tenía más opción que mudarse allí, fue tan agobiante que tuve que escaparme varios días a la casa de mi mejor amiga en Valencia para pensar. Fue ella quien limpió mis lágrimas, quien escuchó repetidas veces mis argumentos y quien insistió en que lo correcto era únicamente hacer lo que dictaba mi corazón. Y yo le quiero tanto, tanto, que dejarlo jamás se me cruzó por la cabeza. O seguíamos así, con miles de kilómetros entre nosotros, o me iba a Miami con él.

Todos los secretos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora