Capítulo 253

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Narra Mateo

La miro embelesado. Cuanto la echo de menos. Esta preciosa. A cara lavada y cargada de sueño, una coleta mal hecha, un pijama que deja sus piernas al descubierto y los lunares de sus brazos desfilando en libertad, tal como lo hacen los del escote. Sus pechos cubiertos luchan contra la gravedad, marcando ligeramente sus pezones bajo la camiseta.

Carraspeo. Verla me ha dejado sin aliento.

+ Necesito que hablemos.

- No quiero hablar contigo, Mateo.

+ Está vez no vengo a pedirte que me perdones, ni a prometerte que estoy enamorado de ti.

Me regala una mirada inquisitiva.

+ Pero necesito que me escuches.

Suplico.

+ Y que estes tranquila.

Pido en un tono más bajito, pero llega a oírme, y aquel comentario reclama su atención.

- Voy a cambiarme.

Se percata de su atuendo, y se abraza a si misma, escabulléndose de mis ojos sobre su menudo cuerpo.

+ No hace falta.

Por impulso tiro de uno de sus brazos, descubriéndola. Y no puedo controlar el deseo de acaríciala, por lo que mi mano pasea suavemente por ese pequeño trocito de su piel, estremeciéndonos a los dos.

+ Te he visto desnuda.

Le recuerdo. Conozco de memoria su perfecta anatomía y nadie sabe que lo daría todo por redescubrirla.

Traga saliva con dificultad, y sin decir nada, sube nerviosa las escaleras. Poco después vuelve al salón. Se ha puesto un chándal y una camiseta suelta con hombro caído, dejando ver la tira del sujetador. Un rodete que deja al descubierto la filosofía que lleva en el cuello y que deseo con todas mis fuerzas volver a besar.

- ¿Te apetece tomar algo?

Juega de anfitriona.

+ No, gracias.

- ¿Comer?

Ofrece curioseando el contenido de la olla que hay sobre la vitrocerámica.

- Mi madre ha hecho puchero y yo llevo sin probar nada desde que salí de Mexico.

+ No.

Vuelve a tapar la olla.

+ Pero come tú.

Le pido.

- Luego.

Sirve dos vasos de agua con una mueca de preocupación y hace un gesto para que la siga al salón.

+ Malú, de verdad, tienes que alimentarte...

Me quedo en la cocina. No me olvido de sus inseguridades y no quisiera que vuelva a pensar en si la engordará cada bocado que mete a su boca. Esta guapa a rabiar y las últimas semanas que estuvimos juntos había vuelto a ganar algo de seguridad. Por supuesto he reparado en que ha perdido más peso desde que lo dejamos, pero no quisiera preocuparme. Verónica insiste en que está bien.

- Ya no tienes que cuidarme.

No sabría descifrar el gesto que pone cuando me lo dice.

+ No quiero dejar de hacerlo.

Asevero muy cerquita suyo...

Todos los secretos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora