Capítulo 261

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- Vero.

Llamo a mi confidente entre sollozos, beneficiándome de que Mateo y ella se han convertido en buenos amigos y hablan a menudo.

- Dime que Mateo no se ha ido ya.

Incapaz de perder el tiempo preguntándole por su bienestar o el de mi pequeña ahijada, disparo sin tapujos.

V: Jo, no lo sé, gordi.

Suspira.

V: Hablamos ayer para despedirnos.

Me cuenta.

V: Su vuelo era hoy, pero no sé a qué hora.

- ¿Cómo no me adviertes de que ya se va?

La culpo lloriqueando.

- Tendrías que haberme llamado anoche.

Pago mi frustración con ella.

V: Malú, que sí te hablo de él, hago mal porque quieres olvidarle, y si no lo hago, también meto la pata porque no te enteras cuando viaja.

Se defiende con toda la razón.

V: Aclárate.

- Estoy más clara que nunca.

Asevero.

- Le quiero.

Prometo.

- Y no quiero perderle.

V: Nena...

Se compadece de mí.

- Te llamo luego.

Me incorporo limpiándome las lágrimas y corro a mi coche. Torpemente me pongo el cinturón de seguridad y conduzco al aeropuerto. Nunca he sido una persona creyente, pero ahora mismo le rezo a cualquiera que pueda oírme, suplicando que no se haya subido a ese avión.

Tardo en llegar. No sé cuanto, pero los minutos pasan lentos, manteniéndome en una agonía que no puedo resistir. El corazón me va por libre, latiendo tan de prisa que creo que se me va a escapar de su cavidad, y los nervios van a consumirme.

- Serás gilipollas.

Me critico a mí misma sintiendo como una lágrima hace el recorrido desde uno de mis ojos por toda mi mejilla, suicidándose al perderse en el vacío.

- Justo hoy te decides a recuperarle.

No puedo dejar de regañarme.

- Si se ha ido, te lo mereces, Malú.

Me culpo con crueldad.

- Por esperarte tanto para admitir que le quieres.

Con una mano me limpio la cara humedecida por el llanto, sin quitar la otra del volante.

Aparco en el primer sitio libre que encuentro, bastante lejos de la entrada, y bajo del coche corriendo hasta colarme dentro del aeropuerto. Las pantallas brindan información sobre cientos de vuelos que salen hoy, y mientras mis ojos buscan alguno que proporcione la información de algún avión con destino a Miami, mi mano no deja de santiguarse, nerviosa.

- No puede ser.

Me siento morir cuando encuentro aquel vuelo que tanto buscaba. Ya ha partido.

# Señorita, ¿se encuentra bien?

Las piernas me fallan, por lo que me dejo caer al suelo, cubriéndome la cara con las manos, desesperada.

- No.

Todos los secretos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora