Capítulo 215

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Narra Mateo

Pasan las horas sin volver a saber de ella. He llorado. He descargado la rabia que me da haber sido tan gilipollas con mi puño en una pared. He intentado conseguir información. Pero todo ha sido en vano. No dejo de sentirme como la peor basura de este mundo. Son pasadas las seis de la mañana cuando veo a Pepi asomarse a una máquina expendedora de café.

+ Pepi.

Me mira de soslayo, y luego sigue a lo suyo.

+ Pepi, por favor.

Le ruego.

+ Necesito saber cómo está y por qué la han dejado toda la noche.

Suplico sabiendo que no merezco su compasión, tras un desmayo que solo duró un par de segundos tendría que haber recibido el alta ayer mismo.

+ Déjame hablar con ella.

Le ruego.

P: Esta dormida.

Sentencia escueta.

P: Ni tampoco es el momento de explicaciones, Mateo.

Derrumba mis esperanzas.

P: Te lo dije ayer, vete.

+ Y yo he dicho que no pienso moverme de aquí.

Me observa apática, bebiendo de su café. Se la ve cansada.

+ No hasta que ella también lo haga.

Me rehuso a abandonar el hospital si Malú está ingresada.

+ La quiero.

Mis ojos se encharcan.

+ Hice todo mal.

Admito.

+ Pero la quiero con locura.

Prometo.

+ Por favor.

Imploro que me deje pasar a verla.

P: Mateo.

Me mira tan seria que podría atravesarme.

P: Si mi hija te perdona, yo no voy a guardarte rencor, pero no me pidas que intervenga, porque no te lo mereces.

Advierte.

P: Y te recuerdo que si está aquí es por ti, por lo que sí voy a pedirte que no la alteres más. Malú no quiere verte.

Sus palabras duelen como cuchillos en el pecho.

P: Y puede que la quieras demasiado.

Valora.

P: Pero mi hija merece que la quieran bien.

Me deja sin palabras y desaparece por el pasillo hasta adentrarse en la habitación.

Narra Malú

Despierto desorientada.

- ¿Qué hora es?

Busco la compañía de mamá sin apenas abrir los ojos.

P: Casi las ocho. ¿Has descansado?

- Sí.

No sé qué chute me habrán metido en el cuerpo, pero lo cierto es que no me he enterado de nada hasta ahora.

P: José me ha escrito hace un rato. Quiere saber como te encuentras y venir al hospital, pero le he dicho que no te apetece ver a nadie.

Me cuenta. Ayer también me negué, le pedí a mamá que le informe lo ocurrido sin tener que ser yo la que se encuentre con su mirada de compasión. De lo único que me he visto capaz es de refugiarme en el incondicional apoyo de la mujer que me dio la vida.

- Gracias. No tengo fuerzas para verle.

Confieso deseando sentirme comprendida.

- Y no quiero que esté allí fuera esperando en esas sillas incómodas.

P: Malú...

La veo dudar en lo que va a decirme, midiendo sus palabras.

P: Hablando de sillas incómodas...

- ¿No se ha ido, no?

La ayudo preguntando directa.

P: No...

Mis ojos se encharcan.

P: Quiere verte.

- No.

Lloro sin miramientos. Los brazos de mamá no tardan en darme cobijo una vez más.

- ¿Por qué me hizo esto, mami?

Todos los secretos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora