Capítulo 213

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Narra Malú

No soy capaz de decir nada. Ni de preguntar. Ni de exigir explicaciones. Tampoco de gritarle en la cara que es un cretino. Con la mínima fuerza que me queda me pongo de pie para salir corriendo de aquel piso en el que siento como si las paredes se fuesen cayendo sobre mi, dejándome atrapada y sin aire.

+ ¡Malú, espera!

Me paro por un mínimo instante en el salón, necesitando volver a ver a Sebastián, o quizás buscando una comprobación de que esta pesadilla no ha sido producto de mi imaginación, pero esta allí, tan sorprendido de verme como yo a él.

• Malú...

Musita de forma casi inaudible. Tan solo llego a leer sus labios.

+ ¡Malú, mi amor!

Escapo de aquel lugar. Corro escaleras abajo, sin perder tiempo en esperar el ascensor.

+ ¡Puedo explicarlo!

Los gritos de Martín se acercan, por lo que necesito reunir fuerzas para correr más de prisa que él. Reparo en que no es Martín. En que aquel hombre que me enamoró nunca existió y mientras mis piernas luchan por avanzar, yo solo siento como el aire se vuelve cada vez más escaso y respirar se convierte en una verdadera dificultad.

+ ¡Malú! ¡No puedes conducir así!

Le oigo mientras intento alcanzar mi coche, que parece querer traicionarme también, alejándose de mí.

+ ¡Malú, espera, por favor!

Su voz se pierde en el tumulto de la calle. Aunque también lo hace el ruido de la ciudad. Los colores empiezan a difuminarse, y de repente, todo se vuelve negro.

...

..

Entorno los ojos desorientada. Hace un par de minutos siento un ruido constante, como de... ¿signos vitales?

- ¿Dónde estoy?

Aún confusa paso mi mano por la vía que me han colocado. Los párpados me pesan, dificultándome el abrir los ojos del todo.

P: En el hospital.

La voz dulce de mi madre se cuela por mis oídos. Allí está ella, siempre a mi vera.

- ¿Por qué?

Consigo mirarla, aunque demasiado cansada.

P: Te has desmayado en la calle.

Me cuenta acariciando mi frente como cuando era pequeñita y me ponía mala, con la fiebre por los cielos.

P: Varias personas te vieron y llamaron a la ambulancia. Recuperaste el conocimiento a los pocos segundos, pero estabas con un ataque de ansiedad, por lo que te inyectaron unos tranquilizantes.

Empiezo a recordar. Las imágenes se estrellan en mi cabeza cargadas de confusión y sobretodo un enorme dolor. Siento las lágrimas empaparme las mejillas e inundar la almohada al escapar de mis ojos a borbotones.

- ¿Martín...?

P: Está fuera.

Me mira compasiva. No sé cuánto le llegó a contar, pero el tono de su voz me indica que algo sabe. Puede que incluso más que yo.

- Me quiero morir, mamá.

Sollozo cubriéndome la cara con las manos y echándome a llorar con un dolor tan profundo que me oprime el pecho.

Todos los secretos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora