Capítulo 328

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- M...

Pienso en voz alta...

- ¿Mateo?

Inevitablemente disparó aquel nombre, deseando poder retractarme.

M: No.

- Miguel...

Adivino.

M: No.

- ¿Martin?

Pregunto escondiendo un suspiro.

M: Frío, frío.

- Anda, me rindo.

No lo hago realmente, pero no puedo quedarme más tiempo aquí. No sería bueno discutir con Sebastián por haberme ido de copas con un desconocido cuando se supone que salimos con sus amigos.

M: Michael.

Ruedo los ojos. Estamos en Miami, tendría que haber empezado por algún nombre así, aunque su español es bastante bueno, podría no ser de aquí.

M: Un placer.

Me tiende su mano.

- María.

Respondo presentándome con el mismo gesto.

M: Si quieres vete, pero guárdate mi número.

Vuelve a señalar la servilleta donde lo anotó.

M: Y no dejes que ese capullo abuse de ti.

- No lo hace.

Asevero con seguridad, no se si necesito que me crea él o repetírmelo yo.

M: No dudes en llamarme.

Asiento y huyo lo más rápido que puedo. Empiezo a estar incómoda. No con él, conmigo.

• ¿Y tú donde estabas?

Cuestiona al verme volver.

- Me encontraba un poco mal y salí a tomar el aire.

Me excuso sentándome a su lado, tensa.

• ¿Quieres que te pida un taxi?

Se ofrece.

• A mi todavía me apetece quedarme un rato.

- No hace falta.

Aunque hubiese esperado que proponga marcharnos juntos, no me sorprende. A Sebas le encanta salir con sus amigos, siempre ha sido así, y esta es mi oportunidad para escaparme del sexo. Cuando él vuelva yo estaré dormida.

- Me cojo yo uno fuera.

Me despido de sus amigos y dejo un pico fugaz en sus labios. Vuelvo a cruzar la calle en busca de Michael y agradezco a la vida en un murmuro por encontrarle en el mismo sitio que le dejé hace pocos minutos. Mira su móvil concentrado.

- Hola.

Reclamó su atención.

M: María.

Se sorprende al verme tan pronto.

M: ¿Ha pasado algo?

- No.

Le tranquilizo.

- He aprovechado mi ausencia para decirle que no me encuentro bien y que volvía a casa.

M: Vamos.

Se levanta como un resorte.

M: Te llevo.

- No, no hace falta.

Me excuso. No quiero que se crea que está obligado a hacerlo. Solo por instinto he venido hacia aquí.

- Cogeré un taxi.

M: De eso nada. Vamos.

Insiste encaminándose hacia la salida. Le sigo y un par de cuadras después me encuentro sentada en su coche. Le he dado la dirección y no le ha hecho falta ponerla en el GPS para empezar a conducir.

M: ¿Puedo decirte algo?

Pregunta comedido tras varios minutos de silencio.

- Claro.

M: Pues no me quiero pasar de confianzas, pero ese gilipollas al que llamas tu novio es un cretino.

Le miro ojiplática. No quiere pasarse de confianzas pero vaya que lo ha hecho.

M: Además no entiendo, ¿no tienes alguna buena amiga que te lo haga ver? ¿tu madre? ¿alguna prima?

Investiga.

M: Porque vaya desperdicio.

Sentencia dejándome muda.

Todos los secretos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora