Capítulo 324

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La casa de Sebastián es más bonita de lo que me esperaba. Está decorada con el buen gusto Ortega, colores negros, grises y plata que crean un ambiente elegante, cortinas alargadas que caen desde el techo resaltando la amplitud, y además es luminosa, pero lo más bonito es que está tan cerca del mar, que puedo oír el sonido de las olas cuando abro las ventanas.

Tras dejar las maletas que el personal de servicio de ocupa de colocar, nos metemos directos en la cama.

- Estoy agotada.

Me quejo despatarrada, ocupando todo el enorme colchón.

• Mueve el culo.

Me da un pellizco buscando sitio.

- Que va, menuda siesta me voy a echar en tu cama.

• ¿Y yo?

- He visto al pasar que también hay buenas camas en otras habitaciones.

• ¡Cuidado!

Eleva la voz, sobresaltandome.

- ¿Que hay?

Me muevo asustada de encontrarme una araña o cualquier tipo de insecto raro.

• El morro, que te lo pisas.

Se ríe a carcajadas metiéndose en la cama, apoyándose justo en la almohada que estaba yo.

- Que malo eres, jo

Hago un puchero, fingiendo ofenderme por su traición.

• Mala tú, que no querías compartir cama con este chico tan guapo.

- Te lo tienes muy creído.

Afirmo sin quitarle la razón.

• Algún defecto tengo que tener.

Se regodea chulo.

• Que sino sería muy aburrido, pero para que veas que no soy tan malo como tú, puedes tumbarte aquí conmigo.

Da unos golpecitos en la cama. Bostezo dudosa, haciéndome la difícil, pero tira de mi brazo y me acomoda junto a él.

...

..

Entre más piques y un par de besos, nos hemos entregado a Morfeo. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero son sus labios los que me despiertan, dejando un recorrido húmedo que baja por mi cuello. Me remuevo algo incómoda.

- ¿Qué hora es?

Afuera ya está casi oscuro.

• Lo suficientemente temprano para echar un polvo antes de irnos a cenar y que te presente a mis amigos de aquí.

Cierto. Dentro de un rato voy a conocerles y como siempre que me presentan a gente nueva, me pongo nerviosa. Soy tan tímida que a veces parezco borde y no quiero que su círculo se lleve una mala imagen de mí.

- Sebas.

Su boca hace el recorrido inverso, volviendo a subir, hasta el lóbulo de mi oreja.

- Sebas.

Vuelvo a llamarle, pero me hace poco caso, siguiendo a lo suyo, y sin que sus manos abandonasen mi cuerpo.

- ¡Sebastián!

Insisto.

• ¿Qué pasa, Malú, joder?

- Que no me apetece...

Todos los secretos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora