Capítulo 214

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Los brazos de mi madre no tardan en cobijarme.

P: Ya, mi niña.

Me deja llorar en su hombro, y lo hago como si se me fuera la vida en ello.

P: Ahora no lo ves, pero esto también pasará.

- Me enamoré de él.

Pronuncio entre jipíos.

- Y solo me estaba investigando.

Se me escapa un profundo gemido de dolor.

- Le mandó Sebastián.

P: Shhhhh.

Me acaricia intentando calmarme. Mi respiración se altera demasiado contándole lo ocurrido, reviviendo la bofetada de realidad que me he comido y apresándome de un dolor insoportable.

- Necesito saber la verdad.

Suplico desgarrada.

D: María Lucía.

El doctor entra en la habitación, mirándome compasivo. Debo parecer un cuadro.

D: ¿Cómo te encuentras?

- Mejor.

Miento. ¿Qué pretende que le diga, que estoy desolada? ¿Qué me quiero morir?

D: Entraste con un ataque de ansiedad.

Me informa lo que hace unos minutos me contó mi madre.

D: Te inyectamos varios tranquilizantes.

Muevo la cabeza en un gesto de aceptación.

D: Venía a ver como reaccionas a ellos y evaluar tu alta.

Revisa sus papeles.

D: Tus analíticas están bien.

Me mantengo apática.

D: Pero igual es mejor que pases la noche en observación.

Propone. Me ha pillado en plena llorera y angustiada como una niña entre los brazos de mi madre.

- Quiero irme a casa.

Pido indefensa.

D: Lo óptimo sería que te vea un psiquiatra por la mañana.

Recomienda.

- No necesito un psiquiatra.

Protesto sin fuerzas para discutir, por lo que con la mirada le suplico a mi madre que se interponga, aunque no lo hace, dispuesta a obedecer a las indicaciones del médico.

D: Será solo una visita de rutina.

Asegura con total normalidad.

- Pero...

P: Malú, vamos a confiar en lo que dice el doctor.

Interviene.

P: Así todos estaremos más tranquilos.

Resoplo sin ser capaz de defenderme.

D: Voy a pedirle a la enfermera que te coloque otra dosis de tranquilizante.

Advierte anotando las órdenes en su folio.

D: Te ayudará a dormir mejor, y necesitas descansar.

Agradezco desganada. Es lo único que me apetece. Dormir y no volverme a despertar.

- Mamá, ¿tú sabes lo que pasó?

Inquiero en cuanto el médico se ha retirado.

Si Martín está fuera es posible que mi madre tenga la información que necesito. Con un gesto me lo confirma.

- Cuéntamelo.

Le pido volviendo a llorar.

- Sin esconderme nada.

Ruego. Aunque duela, no quiero más mentiras. Lo hace, aunque no es mucho más de lo que yo sola he podido descubrir.

- Dile que se vaya.

Necesito que se ocupe de sacar a Mateo de aquí.

- No quiero volver a saber de él en toda mi vida.

Asevero sin titubear.

P: Esta bien.

Acepta.

P: Ahora vuelvo.

Narra Mateo

Veo aparecer a Pepi y corro a su encuentro. Cortado después de confesarle la verdad, pero el bienestar de Malú es mi prioridad y no podía esperar a que los sanitarios den con ella si yo he visto como la subían a la ambulancia. He tenido que contarle todo.

+ ¿Cómo está?

P: Mal.

+ Pepi, necesito verla. Sé que no estoy en condiciones de pedir nada, pero tengo que explicarme.

P: Has tenido meses para hacerlo, chiquillo.

Se niega.

P: Mi niña ahora necesita estar tranquila.

+ Lo sé.

Acepto avergonzado.

+ Pero la quiero, Pepi.

Prometo con un nudo en la garganta.

+ Estoy enamorado de ella.

P: Vete, ¿Mateo?

Dudosa confirma mi verdadera identidad.

+ Sí. Mateo Díaz.

Le tiendo la mano. La acepta educada.

P: Vete, Mateo.

Repite con seguridad sin perder las formas.

+ No.

Me mantengo firme.

+ No voy a irme...

Todos los secretos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora