Me despierto aferrada a... ¿la almohada?
- ¿Martín?
Le llamo. La puerta del baño está abierta y el ventanal que da a la terraza cerrando. No está aquí.
Busco mi móvil y marco su número, pero lo oigo sonar justo en la puerta de la habitación, que se abre. Viene con ropa de deporte y lleno de sudor.
+ Buenos días.
Me da un pico con una preciosa sonrisa.
- Me habías asustado.
Protesto como una niña enfurruñada.
- ¿Dónde estabas?
+ Me llamaron muy pronto.
Explica.
+ Y luego me apetecía hacer un poco de deporte, pero no quise despertarte.
Agradezco.
+ Voy a darme una ducha.
- ¿Si me cuelo en ella hoy tampoco piensas follarme?
Se echa a reír. Ayer el capullo se negó a hacerme el amor.
+ No lo sé, tendrás que arriesgarte y comprobarlo.
Desaparece en el servicio, dejando la puerta entornada. En otro momento me lo tomaría como una invitación, pero ahora no me apetece salir de entre las sábanas aún. Las pesadillas no me dejaron descansar bien. Aquella carta se cuela en mis sueños.
...
..
+ Creo que es aquí.
Aparca el coche según las indicaciones del gps. Venimos a una comida en la finca que celebraremos los treinta de Vero. Llegamos pronto. Me apetecía estar un poco más con mi mejor amiga. Los invitados llegarán dentro de un rato. Entre ellos mi madre y José. Vero es de la familia y ellos no podían faltar.
+ Chicas, no os molestará que os deje un rato a solas.
Se excusa enseñando su móvil. Le llaman.
V: Por fin te lo sacas un poco de encima.
Se asegura que Martín la oiga, echándose a reír.
V: ¿Habéis discutido?
No se va con rodeos. Nos conocemos demasiado y no hay forma de ocultarnos lo que sentimos. Siempre acabamos pillándonos, incluso cuando hacemos grandes esfuerzos por disimular.
- No. Estoy cansada.
Explico antes de que pregunte. No quiero arruinar su día.
V: Ya, pero por sexo duro toda la noche no es tu cansancio.
Sentencia robándome una risa amarga.
- He tenido pesadillas.
Le cuento.
- Todas con Sebastián, y aquella carta que le mandé.
Termino confesándome.
- La última.
Aclaro. Vero ya era mi mejor amiga y mi confidente en aquella época, por lo que fue testigo de casi todas mis locuras. Después de eso no hubo más. Sebastián no contesto a ninguna, pero aquellas letras apretadas e inseguras en un trozo de papel fueron la última oportunidad que me prometí que le daría. Al no recibir respuesta, me convertí en lo que soy. Luego no volví a hablar de aquel desafortunado final con nadie más que con ella, aunque hay detalles que solo guardé para mí. Más tarde Melendi llegó a mi vida como un salvavidas, todos dicen que yo fui incondicional para él, pero solo Dios sabe lo necesario que ha sido él para mí. Nuestra confianza apenas conoce los límites, y aunque el tiempo pasara, acabó enterándose de todo lo que fui capaz de confesarle a mi mejor amiga por aquel entonces.
V: ¿Alguna vez vas a contarme lo que decía esa carta?
Asiento con un ligero movimiento de cabeza. Creo que ha llegado el momento. Necesito hablar.
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Todos los secretos (Segunda parte)
RomanceUna historia en la que TODOS tienen algo que ocultar