Narra Malú
Cierro la puerta tras su partida y sin alcanzar a sentarme, me echo a llorar, arrastrándome hasta que mi culo toca el suelo.
Mateo se va.
- ¡Maldito mentiroso!
Levanto la voz entre jipíos descontrolados.
- Me prometiste que ibas a luchar por mí.
Le recrimino sin que pueda oírme. Le odio. Le odio con todas mis fuerzas. Al final el único hombre en el mundo que no me ha fallado es José. Y yo tan ilusa, que en algún momento llegué a confiar en él.
Lloro desconsolada, perdiendo la noción del tiempo. Me calmo a ratos, y luego recuerdo su visita. Las verdades que me ha contado, y que seguramente, hoy ha sido la última vez que le vi, entonces aquellas lágrimas que prometían dar tregua, vuelven a recorrer mis mejillas, empapándolas una vez más.
- No te vayas.
Suplico sollozando indefensa.
Me paso los siguientes días funcionando por inercia. Trabajo, firmas en nuevos recintos, alguna horas de estudio. Tras el éxito del concierto en México sacaremos un dvd con las canciones cantadas allí, algunas maquetas de guerra fría y la grabación de el día de antes, lo que me ha mantenido ocupada.
P: Deja de jugar con la comida.
Me regaña mi madre como si fuese una niña.
P: Que vas a marearme y repartirlo todo por el plato no hace que se acabe.
Levanto los ojos para fijarlos en los suyos.
- No tengo hambre.
Me disculpo.
Hemos quedado a comer con José, y la Pepi no pierde la oportunidad de reñirme cuando mi hermano se levanta al baño.
P: ¿Qué te pasa?
Pregunta sin reparos.
P: Llevas días distraída.
Sentencia.
- Los nervios.
Finjo la mejor de mis sonrisas. Este fin de semana retomamos la gira en la península.
- Ya sabes, volver a los escenarios y tal...
P: Ya. ¿Tu te crees que eso cuela?
- Mamá.
Resoplo. Sé que no, pero ¿para que me pregunta?
P: Te he parido y tú estás triste, Malú.
Parece acusarme.
P: Desde que te enteraste de lo de Mateo ya no sonríes como antes.
- Basta.
La corto. Como siga con sus valoraciones va a hacerme llorar y su capacidad de leer mis sentimientos como el periódico romperán con la promesa que me hice a mi misma de no derramar más lágrimas que acarreen su nombre.
P: Y me atrevería a decir que la vuelta de Mexico te ha hecho peor.
- Déjalo estar.
Suplico con un nudo en la garganta.
P: ¿Todavía le quieres?
No se va con rodeos. Asiento levemente, sintiendo como tiembla mi mentón.
P: Pues ve a por él.
- ¿No vas a hacerme la guerra?
P: Como si aquello fuera a detenerte.
Me mira compasiva.
P: ¿Qué te frena?
ESTÁS LEYENDO
Todos los secretos (Segunda parte)
RomanceUna historia en la que TODOS tienen algo que ocultar