M: ¿A tu casa o donde tu madre?
Llevo todo el trayecto llorando en silencio, apoyada en la ventana, mientras los faros del camino se van quedando atrás sin que me entere por donde vamos. Manu ha respetado mi silencio, lo que agradezco, pero ya estamos cerca y necesito responder.
- A casa.
M: ¿Segura jefa?
Por un solo instante aparta la mirada de la carretera para verme.
M: ¿No será mejor que estés acompañada?
- Estaré bien, Manu.
Prometo.
M: Vale.
Pocos minutos después se asegura que entre y se va, dejándome en la más completa soledad.
Narra Mateo
Me monto en el coche dispuesto a partir, pero antes apoyo la frente en el volante y me echo a llorar como un niño pequeño sin consuelo. Acabo de perderla, para siempre.
Recupero la compostura después de un rato y pongo rumbo a Madrid. Cuando llego toco la puerta de mi vecina.
+ Siento las horas.
Me deja pasar. Tiene los ojos entornados por la molestia de la luz del pasillo y el pelo desordenado, una camiseta donde podrían entrar otras cinco personas y el gesto cargado de cansancio.
+ ¿Eva?
M: Dormida, como todos los humanos normales a esta hora.
Se queja. Paso a ver a mi sobrina. Abraza a su Rapunzel y duerme con gesto relajado.
+ Que bonita es.
Comento bajito.
+ Lo siento.
Vuelvo a disculparme con mi mejor amiga.
M: Vení, tarado, que preparo café.
Me guía hasta su diminuta cocina. Su piso es bastante más pequeñito que el mío.
M: Lo vamos a necesitar.
Me apoyo en la encimera mientras ella juega con los cacharros.
M: Si estás aquí y no en su cama es porque no te escuchó.
Da por hecho.
+ No. Si que me escuchó.
Me mira compasiva.
+ Pero no me perdonó.
M: Bueno, Mateo, es normal que lleve un cabreo monumental.
La excusa.
M: Dale tiempo.
+ Me ha dicho que si me vuelvo a acercar a ella me va a poner una orden de alejamiento.
Se queda muda. Yo tampoco me esperaba esa reacción.
+ ¿Qué coño hago ahora, Malena?
M: ¿Querés que te diga la verdad?
+ No lo sé.
Espeto honesto. A veces su esperanza mantiene viva la mía.
M: Ocupáte de Eva, que esa nena no se merece más abandonos ni que la alejen de ti.
Resoplo con desesperación. No he dejado de ocuparme de ella. Me paso los días en juzgados y oficinas tramitando su tenencia en España, pero aunque intente engañar a todo el mundo, Sebastián es un Ortega, y no importa cuán legales sean los papeles que firme, nadie va a negarle un favor si es que él lo pide.
+ Déjame creer que no va a sacármela.
Suplico. Si eso pasara creo que me podría morir.
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Todos los secretos (Segunda parte)
RomanceUna historia en la que TODOS tienen algo que ocultar