Capítulo 227

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Narra Malú

Me despido de José prometiéndole que le llamaré si le necesito. Ha dormido en casa pero no puedo retenerle toda la vida. El tiene sus cosas que hacer, y yo las mías.

Me encierro en el estudio de casa durante horas. Tengo canciones que escuchar y no puedo evitar repasar las letras de algunas que me he dedicado a escribir. Jamás verán la luz, pero a veces, las saco del cajón donde las escondo.

Las lágrimas me recorren mientras doy vida a un nuevo estribillo, hasta que sin ser consciente del paso del tiempo los ladridos de las perras me obligan a salir de mi escondite.

- ¿Qué pasa chicas?

No se están quietas. El timbre anuncia la respuesta.

-  ¡Joder! Es Mateo.

Me pongo nerviosa.

- No pienso abrir.

Le digo a mis niñas sin dejar de mirar lo que pasa afuera.

+ Sé que estás ahí.

Un impulso me obliga a levantar el telefonillo.

- Vete.

+ Perdón.

Mira hacia la camarilla, con un ramo de rosas rojas en la mano.

+ Por favor, perdóname.

Suplica abatido.

- Si piensas que unas flores van a arreglar...

Salgo al jardín, sin abrirle.

+ No creo que van a arreglar nada.

Me interrumpe.

+ El que quiere arreglarlo soy yo, no unas rosas.

- Vete.

+ Ten.

Insiste en que las reciba.

- No las quiero.

Las rechazo.

- Ni tus flores, ni tus mentiras. No quiero nada tuyo, Mateo.

+ No hay más mentiras.

Asegura.

+ Te quiero.

Promete rompiéndome.

+ Y no voy a rendirme hasta que me perdones, porque sé que tú también me quieres a mí.

- Te equivocas.

Corrijo.

- Yo quise a Martín, pero él no existe.

+ Malú, yo soy Martín.

Intenta rozar mi mano por el pequeño espacio que hay entre las maderas, pero la aparto de inmediato, como quien ve venir el fuego y escapa para no quemarse.

- Lárgate de aquí, Mateo.

Recalco su nombre y con él sus mentiras.

- Ya te he dicho que si volvías a acercarte a mí iba a poner una orden de alejamiento. No me obligues a...

+ Ponla.

Me reta sin titubear.

+ Sé tú la que me aleje de ti, porque yo no pienso renunciar a que me perdones.

Advierte.

+ Me importas demasiado como para perderte.

- Vete.

Entro a casa dejándole allí. Cierro la puerta y me dejo resbalar por ella hasta alcanzar el suelo. Otra vez he vuelto a llorar, y mis lágrimas llevan su nombre.

Todos los secretos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora