Capítulo 269

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Me tenso al escucharle y recuerdo la conversación de hace algunos días en casa de mamá.

- José necesitará un poco más de tiempo.

Le excuso.

- Me cuida tanto que a veces se pasa.

Le justifico. No sé si frente a Mateo o a mí. Me sigue doliendo su actitud.

+ Ya.

Besa mi frente dulcemente sin dejar de acariciar mis nalgas de manera cariñosa, sin pretensiones. Me gusta sentirnos también de esta manera.

+ Me porté mal con todos vosotros, especialmente contigo, y me gusta saber que siempre va a protegerte.

Le defiende.

- Pero estoy mayor, y no necesito que me proteja, sino que me apoye.

Me sincero dolida.

+ ¿Ha pasado algo?

- Discutimos.

Le cuento sin proporcionar detalles.

- No le mola que yo esté loquita por ti.

Se le escapa una sonrisa orgullosa.

+ ¿Estas loquita por mi?

Pregunta creído.

- No.

Niego buscando sus labios. Claro que lo estoy, pero no voy a darle el gusto de venirse arriba tan pronto.

+ ¿Y por qué has ido hasta el aeropuerto a frenar mi viaje?

- Me apetecía echar un polvo contigo.

Le hago explotar en una sonora carcajada.

+ Eres una orgullosa y una obstinada.

Me roba un pico sin dejar de reír.

- Y tú un creído.

También me apropio de uno de sus besos.

+ Es que cuando yo te conocí, señorita, le tenías mucho miedo a enamorarte.

Me recuerda chulo.

- Le sigo teniendo.

Reconozco rompiendo nuestros piques.

- Aunque ya lo esté de ti.

Esta vez si le confieso mis sentimientos, ya conocidos para él.

+ Voy a demostrarte que merece la pena querernos, reinona.

Asevera.

+ Y te haré tan feliz que José estará encantado de que sea tu chico.

Me abrazo a él con fuerza. Me dan vértigo las promesas que abarcan tanto, pero necesito creerle, porque durante estos meses sin él, sé que no fui feliz.

- Hazlo ahora.

Bajo mi mano hasta su intimidad y da un respingo al sentir como la atrapo sin que se lo espere.

- Hazme feliz, Mateo.

Me trepo quedando sobre su cuerpo.

- Y demuéstrame cuando me quieres.

Me besa con ganas.

+ Preciosa.

Cuando el oxigeno nos pide una tregua me mira contemplándome, como si fuese lo más bonito que ha visto en toda su vida, provocándome una vergüenza enorme, a la par que una sensación de seguridad gratificante, sintiéndome deseada y querida.

Me besa nuevamente, con lujuria, retorciéndose de placer con el juego de mi mano en su largura, pero tras varios minutos de disfrutarlo, usa la suya para quitarme de allí, entrelazando nuestros dedos y haciéndonos girar.

Sus labios se posan en mi cuello y la mano que le queda libre la usa para sentir la humedad entre mis piernas.

- Tu me haces esto.

Sin dejar de disfrutar confirmo lo que sus dedos han podido sentir.

Los besos húmedos que han ido bajando por mi clavícula continúan su descenso por mis pechos, sensibles a su tacto.

- ¡Ay, Mateo!

Encorvo la espalda suspirando de placer.

+ Mi niña.

Me llama con cariño y sigue bajando por mi abdomen, hasta alcanzar mi puente de Venus.

- Mmm.

Besa mi feminidad y cierro los puños con fuerza atrapando las sábanas dentro ellos. Su lengua se pierde entre mis pliegues y luego entra en lo más profundo de mí haciéndome gruñir.

- ¡Sigue!

Suplico volviéndome loca de placer. No tardo en sentir una corriente eléctrica recorriendo todo mi cuerpo, por lo que tiro de él, para poder besarle. Y es en ese preciso momento, cuando creo que no puedo disfrutar más, que nos aúna con destreza, embistiéndome con tanta fuerza y cariño que le doy la oportunidad a su promesa de convertirse en realidad.

Todos los secretos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora