Narra Malú
Viernes.
Me encuentro en mi camerino después de la prueba de sonido. Hoy le toca a Puertollano.
J: Canija.
Tras recibir el visto bueno de que todo va en marcha, he corrido a refugiarme aquí. José por supuesto ha reparado en mis prisas, y no ha dudado en seguirme.
J: ¿Qué pasa?
- Necesitaba estar un poco sola.
Contesto sin mentir, aunque tampoco contando toda la verdad. Creo haber visto a Mateo, pero no podría asegurar que no ha sido producto de mi imaginación. Igual me estoy volviendo loca.
Me han informado que se ha despedido del equipo amigablemente. Alguna excusa ha inventado para confesarles su nombre y no dudo que recurriera a otra mentira que justifique su partida, pero no me apetecía escuchar detalles. Necesito sacarle de mi vida, y el primer paso es dejar de saber de él.
J: Vale.
Acepta sabiendo que estoy en un momento crítico y a veces refugiarme en la soledad es todo lo que me apetece, por lo que retrocede sus pasos, dispuesto a salir del camerino.
- ¿José?
Le llamo.
J: Dime.
Vuelve a entrar.
- ¿Estas seguro que no vendrá?
Corroboro temerosa.
J: No puedo estar seguro, Malú.
Suspira contrariado.
J: Es un hombre libre y puede hacer lo que le apetezca.
Me recuerda.
J: Pero le he dejado muy claro que no debe hacerlo.
Siento que no puedo tragar el nudo que se me forma en la garganta. Le odio, y no quiero verle nunca más, pero algo dentro de mi suplica que venga y me ruegue que le perdone. Tan solo me ha llamado una vez, y al rechazarle, ha dejado de intentar. ¿De verdad todo lo de estos meses lo hizo por Sebastián? ¿No llegó a quererme ni un poquito? ¿No signifiqué nada para él? Yo enamorándome cada día más, y él buscando mi confianza para traicionarme con la persona que más daño me ha hecho en la vida.
Inevitablemente mi labio inferior empieza a temblar y las lágrimas no tardan en aparecer.
J: Sh, tranquila.
Me abraza dulcemente, dejándome llorar en su hombro. Los jipíos aumentan, y el dolor no deja de penetrarme.
Tocan la puerta, ya es hora de vestirme.
J: Cinco minutos.
Me excusa mi hermano, permitiéndome un ratito para calmarme, lo que se convierte en una tarea imposible.
- José...
Lloro abatida.
- No puedo dar este concierto.
Le miro con pánico sintiéndome incapaz de subirme al escenario. La ansiedad me va a matar.
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Todos los secretos (Segunda parte)
RomanceUna historia en la que TODOS tienen algo que ocultar