Capítulo 329

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Me despido de Michael sin decir nada más sobre Sebastián, agradeciéndole que me ha traído hasta aquí y subo las escaleras hasta la habitación. Me tomo mi tiempo para darme una ducha y luego embadurnarme el cuerpo con crema sin poder acallar todos mis pensamientos. Intento llamar a Melendi para poder desahogarme, pero su falta de respuesta no me sorprende, tenemos demasiadas horas de diferencia. Vero también entra en mi lista pero no me da tiempo a contarle nada, se excusa que está liada con la nena y quedamos para hablar en otro momento. Suspiro y llamo a mamá. No me apetece contarle nada de lo que me está pasando ahora mismo, pero me conoce a fondo y sus palabras sabrán darme consuelo aunque no se entere del por qué. Tras una larga conversación y sentirme arropada por el cariño incondicional de mi progenitora me meto en la cama e intento dormir. Horas más tarde escucho llegar a Sebastián. Apesta a alcohol y finjo estar dormida cuando sus piernas rozan las mías. Si antes no me apetecía follar, ahora creo que podría vomitar con solo rozar mis labios con los suyos. ¿Quién eres y por qué de repente te has convertido en un extraño?
...
..
Abro los ojos y parpadeo varias veces para acostumbrarme a la luz que se cuela por la persiana. Ayer no la cerré del todo y Sebastián tampoco parece haberlo hecho. Me sorprendo al no encontrarle a mi lado, pero lo agradezco. Remoloneo un par de minutos hasta que suena la alarma. La puse anoche para llegar a tiempo al estudio, Iñaqui me espera y pretendo olvidarme de todo trabajando. La música siempre cura.
Me levanto de la cama para ir a por un café antes de ducharme. Me pregunto dónde estará Sebastián, debe tener un dolor de cabeza que estará maldiciendo a todo Dios, pero escucho voces que me dan una respuesta. Está reunido, hablan de trabajo. Le escucho a él y otra voz masculina hablando de una próxima campaña. No sabía que hoy tenía trabajo tan pronto, pero no puedo negar que siempre ha sido responsable, y si estaba planeado, no dejará de asistir por haberse pasado de copas anoche.
Voy a la cocina y me preparo un café sin preocuparme demasiado de mis pintas. Llevo la misma camiseta con la que dormí y el pelo despeinado, pero esta casa es suficientemente grande para que pueda moverme con libertad sin encontrarme a nadie. O eso creía... voy de camino a la habitación cuando su voz me llama.
• ¿Malú?
¡Joder! Están en el salón, no en la sala de reuniones.
- Buenos días.
Respondo sin asomarme.
• Ven aquí, quiero presentarte a alguien.
- Voy a vestirme.
Me excuso, pero es demasiado tarde. Sebastián aparece por el pasillo dejando un pico en mis labios y tras él... no puede ser...
- Mateo.
Murmuro y me sobresalto al sentir mi taza romperse y el café quemarme las piernas.

Todos los secretos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora