Keep Alive ~ [ Daryl Dixon y tú ]

93. Estadía en El Reino

Despiertas con el sonido de la regadera, abres tus ojos perezosamente y notas que la puerta del cuarto de baño está levemente abierta. Te sientas en la cama, comienzas a inspeccionar todo el lugar con detalle; aún te encontrabas un poco confundida con todo.

Te acercas a donde proviene todo el ruido, abres la puerta lentamente y te quedas en el marco de la puerta observando la figura de Daryl. Él se encuentra sentado, con la cabeza entre sus rodillas y sus brazos rodean sus piernas; su figura la ves a través de la mampara de vidrio que tiene la ducha. Él se pone de pie de inmediato te escucha y prosigue con su baño, tú mientras comenzaste a quitar todas tus prendas. Corres la puerta y te introduces a la regadera, él te mira atentamente, como si fuera la primera vez que te viera desnuda.

Sacas un poco de shampoo y comienzas a refregarlo en tu cabeza, él te detiene y prosigue con los movimientos necesarios para lavar tu cabello. Sueltas una risa ante su acto tan tierno, lo hace con cuidado y dedicación. Logras observar una leve curvatura de sus labios.

Luego ambos se mueven y quedan debajo del agua tibia, que recorre sus desnudos cuerpos de principio a fin. Él se encarga de enjuagar todo tu cabello, tú de vez en cuando soltabas pequeñas risas. Sentías cosquillas cerca de tu vientre; hace mucho tiempo que no estaban así.
Cuando al fin se va toda la espuma, te acercas a sus labios para besarlos lenta y delicadamente. Lo tomaste de ambas mejillas, para luego enredar sus manos por detrás de su nuca.

- Te he extrañado tanto – comienzas a besar su mejilla, te acercas a su oído y bajas por su cuello. Él presiona ambas manos en tus caderas, acercándote más su cuerpo -

- También te he extrañado – contesta apenas con su ronca voz, te lleva hacia la pared y allí te acorrala entre sus musculosos brazos.

Sonríes a más no poder, extrañabas esos momentos tan comunes de antes, esos momentos de la mañana en que solo eran él y tú.

Vuelves a besarlo desesperada, como si no hubiera mañana. Sus labios eran una perfecta droga y siempre querías más y más de él, pasarías todo el día rozándolos y saboreándolos tanto. Sentiste tu boca hinchada, no dabas más de los besos que se estaban dando.

Te separas de él levemente, procedes a depositar pequeños besos por su pecho, mientras con tu mano comenzabas a recorrer toda su anatomía. Soltó un gruñido que te hace sentir poderosa, sigues con lo que hacías y ahora tú eras la que soltaba un leve jadea al sentir sus manos masajeando tus pechos. Él sabía de esto, sabía como hacerte sentir tan bien. El calor aumentaba en tu entrepierna y comenzabas a sentir pequeñas pulsaciones en esa zona. Se sentía bien... más que bien.

Con ayuda de su mano acerca tu seno a su boca y con su lengua comienza a dibujar miles de formas en ellos. Ese cosquilleo que empezó en la parte baja de tu cuerpo comienza a subir, lo sientes en el pecho y está a punto de estallar. Suelta un gemido ronco al sentir tu mano moviéndose más rápido, deja caer su rostro en tu hombro y muerde delicadamente la clavícula izquierda que se marca en tu cuerpo. Muerdes tu labio al sentirlo así, llevas tu mano libre a su fibrosa nalga y comienzas a masajearla lentamente.

- Mierda... – logras decir cuando sientes que su mano baja a la zona media de tus piernas, toca y brinda pequeños apretones por el alrededor.

Con sus labios, tal como tú lo habías hecho hace un rato, deposita besos por tu torso y llega hasta el final del camino, para luego subir nuevamente, pero esta vez lo hace desplazando su lengua por toda tu piel, hasta llegar a tu boca nuevamente. Brutamente, como también te gustaba que fuera, toma tus piernas y te hace subir hasta el nivel de su cadera. Jadeas al sentir el roce de su miembro contra tu parte íntima. Con tanta desesperación, él se vuelve a unir a tus labios. Los devora fascinado, totalmente perdido en ellos. Acomoda su mano en su falo, te mira unos segundos y procede a introducirse dentro de ti, haciendo que ambos suelten un gemido despacio.