Capítulo 21

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Jesus Oviedo .
Viernes 27 de Marzo, 21.30
°
Aparco frente la puerta de su casa, miro mi teléfono quitándole el sonido pues no quiero que ninguna gilipollez de trabajo me fastidie esta noche para posteriormente bajar del coche para recibirla en condiciones. Abre la puerta de su casa viéndose hermosa con lo más sencillo que haya podido escojer pero, joder, es realmente una diosa con ese vestido de tirantes del mismo tono de su piel que simplemente combina con un reloj y su cabello tan rizado junto unos tacones negros.
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-Una diosa. -murmuro observándola.
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Paso la lengua por mis labios al notar que no trae sostén y ella se acerca a mi levemente.
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-Hola. -dice coqueta.
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Agarro su mano besando la zona como suelo hacer y mueve sus caderas levemente hasta la parte del copiloto. Entra al coche seguida por mi y arranco frunciendo el ceño. Conduzco en un silencio realmente cómodo, ella coloca su mano sobre mi pierna suavemente y muerdo mi labio.
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-Deberías ponerte más veces camisas negras. -dice sonriente.
-Lo haré. -digo mirando a la carretera.
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Me cuenta todo sobre su estudio en la universidad, explicando que el mismo profesor que hace años me hacía la vida imposible a ella también se la está haciendo provocando que ambos acabemos riendo a carcajadas metiéndonos con él.
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-Cuando se pone con los brazos como un tiranosaurio-rex, es demasiado bueno. -dice riendo.
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Me rio junto a ella parando en un semáforo, muevo la cabeza.
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-Es una carrera difícil pero merece la pena. -aseguro.
-Tuve suerte, casi me quedo fuera. -dice.
-¿No llegabas a la nota? -pregunto curioso.
-Fue cuando mi madre peor estaba de su depresión y apenas me centré en mi, saqué la selectividad justo a los pelos para entrar. -explica.
-Entraste, eso es lo más importante. -digo sonriente.
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Aparco junto el restaurante, ambos bajamos y Malala, una vez se baja del coche, entrelaza nuestros dedos caminando hasta la entrada.
Muestro mi mensaje de reserva y de inmediato me llevan a la mesa que reservé justo a la esquina del restaurante con un ventanal con vistas no más impresionantes que ella.
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-Joder. -murmura.
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Me tomó el lujo de rodearla con mis brazos por la espalda y doy un pequeño mordisco en su cuello cariñoso.
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-¿Te gusta? -murmuro.
-Esto debe ser carísimo. -asegura.
-Eso corre en mi cuenta. -digo girandola.
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Pega nuestras frentes, sostengo su espalda pegandola a mi y sonrie cuando nota que quiero besarla aceptando mis impulsos haciendo eso mismo. Sus labios juegan suavemente con los mios agarrándose a mi nuca y la pego a mi con suavidad dejando que mi lengua diga, dentro de su boca, más cosas de las que podría pronunciar con palabras.
Tomamos asiento uno junto al otro mirando por el ventanal y me traen la botella que vino que ya encargué el día que reservé la mesa.
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-¿Por qué tienes marcas? -murmura una vez agarra mi mano y nota las que escondo con el reloj.
-Aún no. -suplico colocandome el reloj.
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Frunce el ceño, encoje sus hombros y traen el primer plato.
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-Mi infancia no fue buena y tengo muchas señales que todos los días me lo recuerdan. -explico muy brevemente.
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Me mira, observo su rostro lleno de preocupación y sonrio.
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-Escondo muchísima mierda Malala, te asustarías de mi. -murmuro.
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Ella rie irónica cruzando sus piernas y coje del tartar que hemos pedido para comenzar para después beber de su copa.
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-Me doy cuenta de muchas cosas, Oviedo. -dice seria.
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Frunzo el ceño.
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-Y no me cabe duda bebé. -digo tenso.
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Recibe un mensaje y puedo ver como su madre le pregunta si todo va bien, ella le contesta que todo está genial.
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-¿Te protege mucho? -pregunto.
-No cambies la conversación, Jesús. -dice bloqueando su teléfono.
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Aparto la mirada y suspiro.
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-¿Acaso crees que no me he dado cuenta que prácticas bdsm? -pregunta bajando el tono de su voz.

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