Jesus Oviedo.
Viernes 10 de marzo, 7.50
°
Me giro tenso y asiento haciendo que los tres jóvenes se pongan en pie. Ella se queda sentada muy nerviosa, puedo sentir desde aquí su mano temblar.
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-Es un gusto conocerle. -dice otro de ellos.
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Estrecho manos con los tres, los miro mientras me explican lo emocionados que estan por entrar aquí y yo, como si nada, les cuento todo lo que tengo planeado que hagan en estas prácticas.
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-Podréis sentir lo que es trabajar en un bufete, a cada uno os asignaré uno de todos los abogados que tengo y seréis su mano derecha este tiempo. -explico.
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Ellos asiente sonriendo y miro el reloj.
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-Debo entrar ya, en un rato nos vemos. -digo amable.
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Ella se pone en pie y me quedo ahí parado esperando que ella me salude pues camina directa a mi.
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-Hola señor Oviedo. -dice seria.
-Encantado de volverla a ver. -estrechamos manos.
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Ella me mira fijamente y llena su pecho de aire.
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-Os espero dentro a y media, hablaremos más a fondo de todo lo que llevan estas prácticas. -les digo.
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Asienten, ella se queda frente mía observandome directamente sin pronunciar palabra. Bajo la mirada a sus ojos y se aparta rápidamente.
Cruzo la calle hasta llegar a mi sede y tomo asiento en mi silla realmente saturado.
Ella está hermosa, es toda una mujer... Una mujer que tiene la mirada perdida.
Intento trabajar durante esta media hora que me resta hasta que ellos lleguen, miro mi teléfono para después agitar la cabeza poniendome en pie, joder no ¿cómo voy a aguantar el que ella esté aquí cada día?
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-No vas a poder aguantar Oviedo. -murmuro.
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Camino por todo mi despacho intentando serenarme, masajeo mi sien y vuelvo a mirar el reloj... Joder, son y veinticinco.
Salgo del despacho colocandome bien la americana y puedo verla en la cristalera de mi bufete, mirando por la ventana hablando por el teléfono ¿qué hace sola? Me acerco a ella totalmente tenso y puedo entender que dice.
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-Aún lo amo, mamá. -dice fría. -Si, sé que no está bien... Me da igual que se haya estropeado mucho, él sigo siendo el hombre más guapo mamá. -insiste seria.
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Lleno mi pecho tocando su espalda y Malala da un saltito asustada.
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-Después hablamos mamá. -dice colgando.
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Se gira y me observa el rostro.
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-¿Cómo estás? -murmuro ronco.
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La rosa negra
VampireLa mujer más sencilla que puedas encontrar, universitaria de dieciocho años en Madrid a la cual su padre abandonó hace tres años provocando que su madre caiga en una profunda depresión choca con él, un abogado de veinticinco años el cual lo último q...