Jesus Oviedo.
Jueves 6 de Mayo, 12.35
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Alza una ceja esperando mi respuesta y suspiro.
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-Ella... Cada día se me hace más difícil ocultar la verdad Alberto, la amor joder ¿como le voy a decir en su cara que no siento nada? Ella sabe que miento, y tanto que lo sabe, es la persona que mejor me conoce. -explico.
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Sonrie tierno.
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-Sentís un amor muy fuerte como para ocultarlo Jesús. -asegura.
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Froto mis ojos frustrado y asiento.
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-Y encima me están viniendo unos dolores por todo el cuerpo desde hace varias semanas... No tienen sentido. -me quito la camisa.
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Se sorprende al ver los moratones que tengo.
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-Hay marcas que tengo por mi pasado pero estos no los tenia, te lo aseguro. -los señalo. -Y esta cicatriz. -muestro un corte en mi brazo. -Esta quemadura. -se la enseño.
-¿Seguro que no son las que tu tenias? -pregunta asustado.
-Llevo toda mi vida con las mismas marcas, sé cuales son de siempre y cuales no... Alberto, los dolores son una locura, no puedo moverme... Es como si me clavasen un puñal. -digo serio.
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Se palidece, mira el reloj y agita la cabeza.
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-Creo que se que es... Mañana nos vemos ¿si? Necesito investigar eso. -sale rápido de mi despacho.
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Me quedo con la palabra en la boca, me sorprendo y suspiro ¿qué cojones es?
Sigo trabajando lo poco de mañana que queda hasta que escucho la puerta.
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-Señor Oviedo. -dice entrando.
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Mi cuerpo se eriza al escuchar ese "señor Oviedo" salir de sus labios, muerdo mi labio levemente y la miro.
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-Me marcho ya, se me ha hecho tarde pero he organizado el caso. -explica.
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Asiento serio, ella me mira una última vez y antes que se vaya la freno con mi voz.
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-No me llames señor, simplemente Oviedo, porfavor. -suplico poniendome en pie.
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Ella sonrie.
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-¿Por qué? -se hace la tonta.
-Sabes por qué, no te hagas la imbecil. -digo serio.
-¿Entonces solo fue sexo? -pregunta.
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Rio irónico y asiento.
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-Sexo y solo sexo. -aseguro.
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Ella rie acercándose a mi, agarra el cuello de mi camisa y me tenso... Joder, me flipa cuando se pone así pero debo controlarme por ella.
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-Tal vez usted y yo debamos hablar en otro momento señor. -dice coqueta.
-Callate Malala. -digo serio.
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Deja un suave beso en mi cuello y la pego a mi.
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-Estás hermosa. -murmuro.
-Antes no decías lo mismo. -dice sonriente.
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Suspiro aturdido por la situación, ella intebta bésarme pero la aparto.
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-Váyase a casa. -me alejo de ella.
-Jesus. -agarra mi brazo.
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Sus ojos brillan llenos de ilusión pero niego rotundamente.
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-Olvídate de mi de una puta vez. -digo frio.
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La rosa negra
VampirLa mujer más sencilla que puedas encontrar, universitaria de dieciocho años en Madrid a la cual su padre abandonó hace tres años provocando que su madre caiga en una profunda depresión choca con él, un abogado de veinticinco años el cual lo último q...