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A Jimin todavía le costaba creer que Yoongi y Jungkook hubieran regresado. Aunque los tenía enfrente, cenando tranquilamente en la mesa de la cocina, por ratos sentía que estaba soñando. Era una sensación entre felicidad y miedo, pero también tristeza por haberse perdido cuatro años de sus vidas.

Junggi se encontraba cerca de su padre, dibujando ensimismado sobre su mesa infantil. Jungkook se fijó en que el niño estaba trazando una especie de círculo, mientras Neysa rondaba a su alrededor, como si fuese su guardiana protectora. Mellie en cambio se había acurrucado a los pies de Yoongi y dormía con una orejita levantada, alerta a cualquier movimiento.

—¿Cómo te va en el trabajo?— Yoongi se acomodó sobre el respaldo de la silla. Había cenado más de la cuenta y se sentía bastante lleno —¿Sigues siendo parte del concejo?

—Las cosas han cambiado mucho desde que os fuisteis. El concejo se disolvió tras descubrir que algunos de sus miembros estaban detrás de una trama de secuestro, prostitución y explotación— Jimin notó que su hermano dejó de comer —Tenían montado un prostíbulo en el bosque, donde obligaban a chicas que habían secuestrado de la península a ejercer la prostitución, destilar alcohol y crear drogas para el consumo de una docena de desalmados que creían estar por encima de la ley.

—¿Lo dices en serio?— Yoongi no podía creer lo que estaba oyendo —¿Las chicas eran extranjeras?

—¿Hyung, estás pensando en lo mismo que yo?— Jungkook miró a su amigo desconcertado —¿Podrían ser...?

—Lo son— confirmó Jimin para sorpresa de ambos —Son las hijas de los hombres con los que os encontrasteis en Jeolla del sur.

—Que hijos de... Fruta— Yoongi evitó maldecir porque Junggi estaba presente. Aunque el niño no les estaba prestando atención, no quería que la primera palabra que aprendiese de él fuese un taco —¿Quién lo hizo?

—Jang Myungsoo y Hong Dahye.

Yoongi se mordió la lengua por el bien del niño. Aunque aquellos hombres no les dejaron más opción que proceder con violencia, le revolvía el estómago saber que no se trataba de unos locos y que parte del concejo estaba detrás del sufrimiento de esas familias.

—¿Y las chicas?— se interesó Jungkook —¿Están a salvo?

—Adaptarse no ha sido un proceso fácil, pero son personas muy fuertes y afortunadamente ahora están bien— dijo orgulloso de ellas —De hecho, Momo es mi secretaria y Minnie trabaja en la guardería a la que asiste Junggi. Estos días ha estado cerrada por el temporal, por eso me ha hecho el favor de cuidar de él en casa.

A Jungkook le sorprendió que Minnie fuese una de las víctimas. En parte sintió curiosidad por el motivo de su confianza, dado que había dejado a Junggi a su cuidado, pero sobre todo sintió admiración por una persona que, después de pasar por un auténtico infierno, había sido capaz de continuar con su vida y volver a creer en la gente.

—¿Tienes secretaria?— preguntó Yoongi intrigado. No se le ocurría ningún empleo en las circunstancias en las que estaban, en el que necesitara de una —¿En qué trabajas ahora?

—Soy el gobernador.

La cocina se llenó de un intenso silencio que solo fue perpetrado por los cánticos de Junggi.

—¿Por qué me miráis así?— Jimin frunció el ceño —¿No me veis capaz de dirigir Inyeon?

Los dos se habían quedado asombrados, pero no por el motivo que creía Jimin, sino por el orgullo y la satisfacción que sintieron por él. Jungkook soltó los palillos y comenzó a aplaudir entre risas mientras Yoongi se quedó en silencio, contemplando el rostro de Jimin y sintiendo alegría, pero también tristeza por haberse perdido ese momento de su vida.

Retrouvailles | ⁴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora