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Jungkook contempló el exterior desde la ventana de su dormitorio. Habían pasado diez días desde su regreso y las calles de Inyeon volvían a lucir como las recordaba. Ya no quedaba ni rastro de la nieve que había cubierto la isla, lo que sí persistía era el frío y la humedad.

El maknae se había vuelto a instalar en su antiguo dormitorio. Era una sensación algo agridulce estar allí, porque los recuerdos de su vida con Taehyung estaban impregnados en aquellas cuatro paredes; pero aunque dolía, también le generaba un extraño consuelo que no sabía cómo explicar.

Hoseok se había ofrecido a dejarle su habitación, pero Jungkook no quería vivir en otra parte. En el fondo todavía se aferraba a la posibilidad de volver con Taehyung, a pesar de que su exnovio lo estaba evitando.

Taehyung había visitado el domicilio en contadas ocasiones y siempre se las ingeniaba para ir cuando Jungkook no estaba en casa. No había que ser un genio para comprender que no deseaba verle. ¿Y podía reprochárselo? En absoluto. Estaba casado y se debía a su marido, no a él.

Ellos ya no eran nada y quizá ni siquiera podían considerarse amigos. Solo eran dos personas con un pasado lejano y un futuro incierto.

Jungkook se ató el cabello reflexionado, una vez más, sobre su relación con Taehyung. Cansado de darle vueltas a lo mismo decidió bajar al piso de abajo. Mientras descendía por las escaleras se percató de que su hermano estaba en el pasillo, observado algo que sucedía dentro del salón.

El maknae se detuvo a su lado y fijó la mirada sobre la misma escena que Jimin. Yoongi y Junggi parecían inmersos en un juego que consistía en elegir un conjunto de objetos que encajasen entre sí. Para eso había seleccionado cosas de la casa que eran seguras para el niño. Junggi tomó una pastilla de jabón y una toalla y sonrió tras llevarse la aprobación de Yoongi.

—Deberías pedirle la toalla para limpiar el charco de babas que estás formando, hyung.

—¡La madre que te...!— Jimin se llevó la mano al pecho —¿Eres un fantasma o qué coño te pasa?

—Soy el Señor del silencio— bromeó con cierta picardía —Ya deberías saberlo.

Jimin resopló resignado. No era la primera vez que le daba un susto de muerte. A veces era tan sigiloso que su presencia pasaba completamente inadvertida.

—¿A quién de los dos estás espiando?

—A los dos— respondió entre pucheros —Cuando he bajado ya estaban jugando. No me atrevo a interrumpir, es que míralos— los señaló emocionado —Parece que se llevan muy bien. Voy a llorar.

—No seas dramático— el menor notó que no era broma y que su hermano tenía los ojos vidriosos —Hyung, era cuestión de tiempo— le dio unos golpecitos en la espalda —Venga, no te pongas sentimental que tienes que ir a trabajar.

—Es la primera vez que veo a Yoongi tan calmado— aseguró con un nudo en la garganta —Siempre parecía estar en guardia con Junggi, pero ahora... Mira su sonrisa. No estoy equivocado, ¿verdad?

—No, hyung. No estás equivocado— Jungkook le acarició la cabeza —Las muertes de Yuuma y Naeun le han afectado mucho, pero tu hijo está aliviando poco a poco ese dolor.

—Quiero que sea feliz... Solo deseo que Yoon sea feliz...

—Lo será— el maknae se fijó en la sonrisa de Yoongi. Jimin tenía razón; algo en él se veía diferente —Te aseguro que lo será.

Las palabras del menor aliviaron el pesar en su corazón. Jimin alzó la vista hacia él y vio que se había vestido completamente de negro.

—¿Vas a algún lado, Jungkookie?

Retrouvailles | ⁴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora