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Yoongi y Jungkook esperaron hasta que Sookja entró en su cuarto. Después de aguardar junto a la puerta por varios minutos, salieron del dormitorio con la intención de inspeccionar la casa.

Los portavelas no daban demasiada luz pero iluminaban el camino lo suficiente como para no chocar contra los muebles. Las máscaras de las paredes creaban aún más inquietud con la tenue iluminación, y las sombras, que bailaban alrededor de las miradas y sonrisas de la siniestra decoración, provocaron cierta incomodidad en ambos.

La sensación que percibieron por el pasillo era cada vez más sofocante. Encima el viento en el exterior azotaba con tanta violencia que daba la impresión de que rompería las ventanas.

La pareja no se distanció el uno del otro mientras examinaban la cocina. En los armarios no encontraron nada sospechoso y el cuarto de baño también estaba libre de cualquier anomalía. Cuando pisaron el salón y tampoco detectaron nada fuera de lo común, Yoongi comenzó a cuestionarse sus sospechas.

«Quizá ha dicho la verdad y solo estoy buscando una razón para desconfiar de ella»

Jungkook dio varias vueltas por el comedor. Cada vez que pisaba la alfombra de flores, situada a poca distancia de la mesa, surgía un extraño sonido. El maknae apartó la tela y debajo encontró una vieja trampilla.

Yoongi se quedó tan impresionado como su amigo con el descubrimiento. Mientras el mayor le alumbró con las velas, el menor se encargó de abrirla con mucho cuidado.

—No se ve nada— susurró Jungkook tratando de distinguir algo entre la oscuridad —Tendremos que bajar.

—Iré primero.

El maknae quiso protestar pero la mirada de Yoongi le indicó que no era negociable. Si había algo peligroso en aquel sitio no iba a permitir que Jungkook fuera el primero en averiguarlo.

Yoongi le entregó uno de los dos portavelas de los que disponían y comenzó a bajar por la escalera.

«Doce escalones. Es profundo»

La luz de la vela fue desvelando lo que parecía una habitación oculta bajo la casa. No había ni ventanas ni otras puertas que llevaran a otros cuartos, únicamente cuatro paredes plagadas de armarios.

«¿Por qué hace tanto frío? Me estoy congelando»

Yoongi caminó hacia el fondo de la habitación justo cuando Jungkook bajó por las escaleras. El menor lo encontró enfrente de un viejo armario, cuyas puertas mostraban un aspecto bastante deteriorado.

—¿Qué es este sitio, hyung?

Yoongi no respondió a la pregunta. Ni él sabía a qué clase de sitio habían ido a parar. A pesar del malestar se obligó a abrir el armario de par en par.

Unos veinticinco tarros de cristal de diferentes medidas aparecieron ante sus ojos. Nueve de ellos tenían etiquetas con nombres asignados y en el interior de cada recipiente se podía hallar un hueso humano.

—Bonhwa, Ayumi, Geun, Chunja, Hanna, Inhye, Changho, Ohseong y Ling— Jungkook susurró los nombres de las etiquetas —¿Qué demonios es esto?

Yoongi sintió ganas de vomitar. Los huesos de los tarros eran diferentes, como si el responsable hubiera elegido minuciosamente cuál debía guardar. Conmocionado por el descubrimiento se obligó a abrir el armario que tenía a su derecha, donde encontró algo similar.

Los siete tarros contenían distintas partes del cuerpo humano, sumergidos en una especie de líquido rojizo. También contaban con etiquetas pero a diferencia de las del otro armario, en estas se repetía el mismo nombre.

Retrouvailles | ⁴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora