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Jimin estaba tan feliz como no lo había estado en mucho tiempo. Era domingo y hacía una mañana espléndida. El rubio miró hacia su izquierda con la mayor adoración del mundo; Yoongi se encontraba a pocos metros de él y aunque parecía algo tenso, su expresión también denotaba bienestar.

—¿Te gusta?— el menor no pudo ocultar su entusiasmo —He acertado, ¿verdad?

—Me gusta— respondió cegado por su ternura —No es tan difícil como creía.

—Estaba convencido de que se te daría bien— se emocionó como un niño pequeño —Gracias por hacer esto conmigo.

La mirada de Yoongi brilló al contemplar su inmensa sonrisa. Aunque al principio tenía ciertas dudas por si acababa tirado en el suelo, la pequeña instrucción que le dio Jimin terminó por mitigar su inquietud.

—Nunca pensé que llegaría a montar a caballo— comentó Yoongi pensativo —Y mucho menos en una isla secreta, en mitad de la nada y en pleno apocalipsis.

—Te sienta bien— aseguró en un tono coqueto —Te ves muy sexy.

—Señor Park, ¿está Usted ligando conmigo?

—En efecto, Señor Min— le guiñó un ojo seductor —Eso es justo lo que estoy haciendo.

Yoongi sonrió al oír su risa risueña. Jimin estaba de un humor excelente y al mayor le encantaba verlo tan animado. Esa mañana, su personalidad brillaba con otra luz, como si se hubiese desprendido de todo el peso que llevaba sobre sus hombros.

—Este sitio es fantástico— el rubio observó el paisaje dichoso. El camino era ancho por lo que podían pasear el uno al lado del otro —Huele a naturaleza.

So Seungheon, un hombre cerca de los cuarenta, les había aconsejado hacia dónde debían ir. Yeonjun era su aprendiz y la pareja había esperado encontrárselo en las caballerizas, pero el muchacho tenía el día libre, razón por la que no pudieron coincidir.

A pesar de su ausencia no tuvieron ningún problema con el desconocido. Seungheon se mostró simpático aunque algo reacio a dejarles los caballos, detalle que no les disgustó por el amor que profesaba hacia los animales.

El rubio se tomó su tiempo en elegir. En una zona tenían a los caballos de carga, en otra a los de crianza y en la más alejada estaban los pura sangre. A Jimin no le sorprendió encontrarse con caballos árabes, mustang o frisón. A los ricos les gustaba lo exclusivo y teniendo en cuenta cómo era Inyeon, no habían reparado en gastos.

El mayor de los Park se decantó por dos ejemplares de fuerte constitución. Ambos desprendían una enorme elegancia, una crin muy cuidada y un pelaje de un brillo espectacular. Uno era blanco como la nieve y el otro negro como la noche.

Cuando Yoongi le preguntó por qué se había decantado por dos caballos andaluces, Jimin le respondió con una única palabra; «nobleza». Eso era justo lo que había visto en la mirada de los animales.

El camino bajo la sombra de los árboles estaba siendo agradable para ambos. Aun así, Yoongi no sentía la misma calma que su novio, dado que no tenía la misma práctica que él y cada vez que el caballo rechinaba o se movía bruscamente, le daba un vuelco el corazón.

A pesar de esos pequeños sobresaltos debía admitir que lo estaba disfrutando. Sobre todo cuando Jimin le daba la mano y podía estrecharla con firmeza. Esa sensación de estar sobre un caballo, justo a su lado y sujetándole fuertemente, lo colmaba de una inmensa felicidad.

La colina de la que les habló Seungheon no tardó en aparecer ante sus ojos. Era el lugar más alto de Inyeon y estaba cubierto de hierba y rodeado de árboles. Jimin se bajó del caballo sin dificultad y lo ató a un abedul mientras Yoongi permanecía observando el paisaje.

Retrouvailles | ⁴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora