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La repentina muerte de Taehyung había sido una tragedia, especialmente para el clan Min. Taeju se hundió durante las primeras semanas, le costó mucho esfuerzo afrontar la pérdida de su padre, pero después de leer la carta que le dejó, sacó fuerzas por Jiae, su hija, y por Junggi.

Taeju no quería fallarle a su pequeña familia y tampoco a sus padres, por eso decidió honrar la memoria de Taehyung viviendo una vida feliz, tal y como él habría querido.

Para Sohee, en cambio, fue mucho más difícil llegar a la misma resolución que su hermano. La carta de su padre le trajo consuelo, y Hanbin la apoyó incondicionalmente, pero al igual que le ocurrió a Jjin, el amor de su familia no fue suficiente para salir adelante.

Sohee tuvo que recurrir a ayuda profesional para asimilar la muerte de Taehyung. Jjin la acompañó durante todo el proceso y aunque ambos tenían una buena relación desde pequeños, a raíz de la muerte de Taehyung se hicieron inseparables.

Los cambios que tuvieron que afrontar tanto Taeju como Sohee fueron tan desmesurados como agotadores, pero también fue un proceso complicado para Jungkook.

Vivir en una casa tan grande y en la que albergaba tantos recuerdos con Taehyung, esa repentina soledad que le fue dada sin su consentimiento, le resultó muy difícil de sobrellevar.

Aunque Jimin le ofreció su casa, Jungkook no quería separarse del hogar que lo unía a su marido. Con el paso de los meses se fue acostumbrando al silencio, a cocinar para uno, a despertar solo y a dormir solo.

Cada día, Taehyung lo visitaba y su esposo lo intuía. Jungkook no podía sentirlo, como le sucedía a Jimin con Yoongi, y nunca recibía una señal de él, como ocurrió con Hoseok y Namjoon, pero, llámese intuición o perspicacia, su olfato nunca lo engañaba. Y por eso, porque confiaba en su percepción, le contaba cosas de su nieta, como lo bien que estaba creciendo Jiae, a la que cuidaba prácticamente todos los días, y lo mucho que le gustaba ser abuelo.

Taehyung lo escuchaba, le respondía, se reía con sus anécdotas y cuando regresaba a casa, les comentaba a los demás lo bien que estaba viviendo su vida. Incluso en los momentos más duros, cuando Jungkook se venía abajo, Taehyung seguía a su lado. No podía abrazarlo ni besarlo, por eso se mantenía junto a él hasta que dejaba de llorar.

La mayoría de veces, Jungkook se rompía cuando llovía. El mal tiempo le traía recuerdos muy dolorosos que en ocasiones no sabía gestionar. Esos episodios, que al principio eran bastante frecuentes, también eran los más duros para su esposo.

Taehyung quería consolarlo, pero no tenía los medios para hacerlo. Por consiguiente, lo único que podía hacer por él, era mantenerse a su lado. Y así, sentados en el suelo del salón, junto a la chimenea, o tumbados en la cama, cara a cara, pasaron días y noches, hasta que Jungkook se dormía de puro cansancio bajo la cálida mirada de su esposo.

A los seis años de la muerte de Yoongi y dos de la muerte de Taehyung, Jimin decidió dar un paso atrás y dejar su cargo.

Iba a hacerlo el mismo año en el que perdió a su mejor amigo, pero tras la muerte de Taehyung, no se vio capaz de renunciar a un trabajo que lo mantenía tan ocupado. Después de dos años, aún seguía añorando a Taehyung, sin embargo, había aprendido a gestionar el dolor sin enterrarse en el trabajo.

Jimin decidió retirarse a los cincuenta y cuatro años. La gente del pueblo estaba al tanto y algunos habían intentado convencerlo para que continuara por unos años más, pero, aunque se sintió muy agradecido por la confianza, no cedió.

Jimin miró hacia la calle desde la ventana de su despacho. Parecía que el mes de noviembre iba a comenzar con lluvias porque el cielo estaba muy encapotado. Aun así, había varios niños corriendo, jugando y disfrutando de la tarde con sus amigos. Verlos revoloteando de un lado a otro le hizo pensar en sus nietos, a los que deseaba ver algún día compartiendo momentos tan felices como a ellos.

Retrouvailles | ⁴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora