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Enterrar a Neysa en el cementerio fue muy duro para toda la familia, especialmente para los niños. La gatita no había sufrido dolor, su corazón dejó de latir mientras dormía. Y aunque para Yoongi, Jimin y Junggi, esa forma indolora de partir sirvió como consuelo, Yeji y Jjin no pudieron sentir lo mismo que ellos.

El clan Min le organizó un funeral en el cementerio donde la despidieron con flores y palabras de afecto. Después de una ceremonia cálida, ambas parejas consolaron a sus hijos y les hablaron sobre la muerte, el dolor de la pérdida y la manera más sana de afrontar el luto.

La muerte de Neysa marcó a todos, pero especialmente a Yeji. A raíz de perder a quien llamaba cariñosamente su hermanita pequeña, la muchacha decidió convertirse en veterinaria para cuidar de todos los animales de la isla.

Al igual que había ocurrido con Mellie, la ausencia de Neysa se notó mucho con el paso de los meses. Yoongi, viendo la tristeza de sus hijos, sugirió adoptar a otro gatito, pero ninguno de los tres quiso dar ese paso, al menos de momento.

A mediados de marzo, después de que Yoongi cumpliera cuarenta y dos años, Junggi se encontraba en el laboratorio repasando unas notas, cuando una compañera entró y le avisó de que sus padres estaban en la sala de espera.

Todo el mobiliario del edificio era blanco, excepto por las sillas y algunos aparatos negros. Incluso la sala de espera se dividía entre blanco y negro, creando un diseño un poco frío y monótono.

Yoongi y Jimin habían estado allí muchas veces, pero esa era la primera vez que se encontraban con flores disecadas sobre la mesa. El menor quiso tocar la cúpula de cristal que las protegía, sin embargo, apartó la mano cuando oyó el chirrido de una puerta.

—¿Qué hacéis aquí? ¿Ha pasado algo?

—Te has vuelto a saltar la comida— le regañó Jimin en cuanto lo vio —Entiendo que sientas pasión por tu trabajo, pero si te enfermas por no comer como es debido, no podrás trabajar en tus proyectos. ¿Te das cuenta del sinsentido?

—Lo siento, papá. Se me ha pasado la hora...

—Ese es el cuento de todos los días— Jimin dejó la fiambrera justo al lado de la cúpula de cristal y tomó asiento —Cómete todo lo que te ha preparado appa, ¿de acuerdo?

—No dejaré ni un grano de arroz.

Esa respuesta agradó a Jimin.

—¿Cómo vas?— Yoongi se sentó al lado de su marido —¿Ya has terminado?

—Sí, de hecho, me gustaría empezar con el desarrollo clínico cuanto antes— Junggi se sentó sobre la mesa para tenerlos de frente —Necesito evaluar la vacuna en humanos y para eso es imprescindible disponer de un pequeño grupo de adultos. Cuanto antes cuente con voluntarios, antes podré seguir trabajando.

—Se lo transmitiré hoy mismo a la población.

—Te lo agradezco, papá.

—Me sigue pareciendo increíble que nuestro hijo de diecisiete años esté desarrollando una vacuna tan compleja— Yoongi lo expresó con tanto orgullo que Junggi apartó la mirada —Eres una persona excepcional, hijo mío.

—Solo quiero ayudar— sonrió tímidamente —Aunque no hay mucho más que pueda hacer.

—¿Qué quieres decir?— preguntó Jimin.

—Estuve pensando mucho en la razón por la cual el virus se llama E7-12. Leí todo tipo de libros de ciencias, de virología y de medicina, pero no encontré nada al respecto, hasta que hace un tiempo, la señora Han se sentó a mi lado en el parque y comenzamos a hablar de su fe. Entonces me di cuenta de que estaba buscando en el lugar equivocado. El nombre que le pusieron se basa en los capítulos de El Éxodo, el segundo libro de la Biblia.

Retrouvailles | ⁴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora