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Sungjae entró en la biblioteca cargando varios libros. El chico se los entregó a la mujer de recepción y subió a la sección de crimen y misterio. Al joven le encantaba ir en su tiempo libre. El olor de los libros y el silencio que se concentraba en el edificio era lo que más apreciaba.

Un sollozo rompió su idílica paz. Sungjae se extrañó pero decidió seguir a lo suyo hasta que el llanto se volvió tan intenso, que ya no pudo ignorarlo. El chico recorrió varios pasillos, topándose al fondo con una mesa redonda, resguardada entre varias estanterías.

Una muchacha de cabello corto estaba llorando desconsoladamente. Sungjae se acercó y le rozó el hombro. La joven alzó la cabeza afligida.

—¿Qué sucede, Eunha?— preguntó en un tono suave —¿Te encuentras mal?

Los labios de la chica se separaron pero su voz quebró al tratar de pronunciar palabra. Sungjae comprendió que no podía hablar, que la pena era más fuerte que su voluntad. El mayor se sentó a su lado y la apoyó suavemente contra su pecho. Eunha no se resistió; su corazón estaba roto y solo deseaba recibir un cálido abrazo.

Ambos se mantuvieron juntos hasta que la muchacha comenzó a tranquilizarse. A Sungjae no le importó que pasaran minutos, solo quería que la amiga de Jungkook, la joven que había conocido hacía ya una semana, pudiera sentirse protegida y arropada.

—Gracias...

—No se merecen.

Eunha se levantó de la silla con la intención de marcharse pero Sungjae la agarró de la mano, evitando que pudiera desaparecer por el pasillo.

—Sé que no es de mi incumbencia y que no nos conocemos mucho, pero sé escuchar.

La joven se soltó indecisa. Sungjae sabía que no estaba sola y que tenía amigos que la querían, pero si Eunha había decidido esconderse en el rincón más solitario de la biblioteca, era porque no quería que sus seres queridos la vieran llorar.

—No se lo diré a Jungkook, si eso es lo que te preocupa.

—Estoy tratando de aceptar la muerte de mi hermano— explicó con voz temblorosa —Pero si no he podido aceptar la de mi novio, ¿cómo voy a superar la suya?

Sungjae sintió compasión por ella.

—No deberías aceptar la muerte de ambos, deberías llorarla— aconsejó respetando las distancias —Has perdido a dos personas muy importantes para ti y nadie espera que lo superes de inmediato. Estar triste no es un crimen, Eunha.

—Todos estamos tristes...

—¿Y por esa razón no puedes estarlo tú?— Sungjae se apoyó sobre la mesa —¿No crees que te estás exigiendo demasiado?

Eunha se sintió descubierta. Estaba tan enfocada en el dolor de los demás, en no resultar una carga para sus amigos, que no se permitía compartir sus sentimientos con nadie.

—Permítete estar triste, permítete gritar, llorar y odiar lo que ha pasado. Saca todo lo que llevas dentro de ti o te comerá viva— el joven la miró detenidamente —Créeme, sé de lo que hablo. No es un camino por el que debas ir.

Eunha asintió levemente con la cabeza.

—Si necesitas un amigo puedes contar conmigo— se ofreció amigable —Pero solo si tú quieres.

—Gracias por tu amabilidad— la muchacha hizo una reverencia —Tengo que volver al trabajo.

El chico pensó en la muerte de sus padres y en la desesperación que sintió al quedarse huérfano mientras veía cómo se alejaba de él. Sungjae había visto el mismo dolor en la mirada de Eunha y por esa razón quería protegerla.

Retrouvailles | ⁴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora