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Las voces a su alrededor fueron disminuyendo hasta apagarse por completo. Taehyung se olvidó de dónde estaba; solo sentía el sabor de la boca de Jungkook, la dulzura de su lengua y el tacto de su mano sobre su rostro.

—¡Buscaros una habitación!

Taehyung y Jungkook se separaron entre risas. La expresión de Wooshik, que estaba sentado justo enfrente de ellos, era de lo más divertida.

—Cuando acabe la fiesta no saldremos de nuestra habitación.

La respuesta de Jungkook le causó gracia, sobre todo porque era sincera. Wooshik se comió otra pieza de sushi, dándole algo de envidia al maknae. Taehyung lo notó por su expresión y cogió un nigiri para metérselo gentilmente en la boca.

—¿Te gusta?

La mirada del menor lo decía todo y aun así, Taehyung aguardó a una respuesta.

—Está buenísimo.

Taehyung besó su mejilla suavemente y aunque amagó con bajarse de su regazo para que pudiera seguir comiendo, Jungkook no lo dejó. Quería estar con él, sobre todo en un día tan especial como ese y tenerlo encima, era lo que más deseaba.

La pareja se volvió a besar y después, Taehyung echó un breve vistazo a los invitados que habían acudido a la celebración de la boda de los Min. No eran más de veinte personas, pero eran sus amigos más íntimos y apreciaba la presencia de cada uno de ellos.

Mientras Jungkook comía un poco de sashimi y conversaba con Wooshik sobre los viejos tiempos, Taehyung se quedó observando a los niños, que jugaban en el cajón de arena que su hermano había instalado en el jardín.

Junggi parecía estar disfrutando tanto como Sohee y Hoseokie. A pesar de la diferencia de edad, su sobrino nunca se cansaba de jugar con los más pequeños y ellos lo querían como a un hermano.

Taehyung sonrió cuando vio a su pequeña reírse con tanta ternura. Habían pasado casi dos años desde la invasión, un año y diez meses para ser exactos, y Sohee estaba creciendo sin problemas de salud. Era una niña muy alegre y sociable, que a veces, como a cualquier crío de su edad, le daba por tener berrinches, pero en términos generales era bastante tranquila.

Hoseokie también seguía siendo un niño muy risueño, algo más tímido que Sohee, pero igual de sociable que ella. A veces, cuando jugaban en el parque y tenían que volver a casa, se ponían a llorar a mares porque no querían separarse. La amistad que les unía era muy tierna y a Taehyung le aliviaba que, a pesar de las circunstancias, los niños pudieran tener una niñez común y corriente.

Su vista se apartó de ellos cuando notó que Eunha y Sungjae se acercaban. La joven llevaba un vestido de fiesta holgado, en un tono salmón muy bonito. Su marido vestía un traje gris, aunque a diferencia de los demás hombres de la fiesta, él había optado por dejar la chaqueta en casa.

—Te veo bien— comentó Wooshik cuando Eunha tomó asiento a su lado —¿De cuánto estás?

—De seis meses, aunque siento que estoy de veinticinco.

—¿Tanta guerra te está dando?— Taehyung notó que parecía algo reacia a contestar —Aunque se haya hecho una idealización de la maternidad, aquí nadie te va a juzgar por quejarte del embarazo.

Eunha agradeció las palabras de su amigo. La maternidad estaba tan romantizada que parecía un tabú expresar cualquier sentimiento que no fuera júbilo. Si no estabas las veinticuatro horas del día mostrando tu felicidad y osabas quejarte por los dolores o la incertidumbre, algunas personas ya te tachaban de mala madre.

—La maternidad ni es de color de rosa, ni es tan perfecta como nos han hecho creer— Lee Jieun se sentó al lado de Jungkook —Es natural tener dudas, incluso llorar o mostrar arrepentimiento. El cambio que sufren el cuerpo y la mente en ese periodo de tiempo es muy intenso. La gente necesita tener más empatía, pero también necesita tener más conocimientos sobre lo que es un embarazo y dejar de comparar a las personas.

Retrouvailles | ⁴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora