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Caer por la borda fue peor que recibir tres puñaladas. El agua estaba helada y las olas lo golpearon con tanta violencia, que Hyungsik estuvo a punto de ahogarse en dos ocasiones. El mar lo sometió como a un muñeco de trapo, pero su fuerza de voluntad fue lo suficientemente grande, como para no dejarse arrastrar hasta el fondo.

Quizá fue la suerte la que lo llevó hasta tierra, pero ese día logró salir del mar con un solo propósito. La venganza. 

El deseo de vengarse fue lo único que lo impulsó a caminar por la nieve. La necesidad de hacerle pagar a Yoongi por su traición lo alentó a seguir adelante, hasta que dos hombres del pueblo pesquero lo encontraron tirado sobre la nieve.

Hyungsik residía en aquella zona, no estaba de paso como le había asegurado a Yoongi. Tenía un trato con los pocos habitantes que habían resistido al dominio de los infectados. Él les proporcionaba comida, protección y seguridad, y a cambio, ellos le entregaban a niños menores de trece años.

La gente del pueblo estaba más que dispuesta a sacrificar a unos pocos huérfanos por su propio bienestar. Sobre todo porque Hyungsik cumplía y gracias a él, vivían en mejores condiciones que antes.

Lo que realmente evitó que muriera aquel día, fue un cúmulo de circunstancias y hechos fortuitos. La vacuna que le había administrado su tío le salvó gracias al contacto con el agua fría. Aquello impidió su inmediata transformación y el apoyo que recibió posteriormente de sus aliados, también fue vital para su supervivencia. Además, Hyungsik sabía qué suero necesitaba su organismo porque se lo había puesto a Jungkook cuando lo conoció en el hostal.

El deseo de venganza lo mantuvo vivo durante meses y aunque su recuperación fue dolorosa, no impidió que, postrado en una cama, comenzara a desarrollar la destrucción de Inyeon.

El barco que usaron Yoongi y Jungkook para regresar a la isla pertenecía a la gente del pueblo y no era el único transporte del que disponían, por lo que, afortunadamente para él, no tuvo que molestarse en desplazarse por la península.

Hyungsik aguardó durante meses, no solo por sus heridas físicas, también para reunir a determinados infectados que quería trasladar a la isla. Entre los equis existían de dos tipos; ordinarios y singulares. Los ordinarios eran mucho más peligroso que los infectados comunes, pero los singulares eran auténticas rarezas que podían mandar sobre otros infectados.

La diferencia física entre los ordinarios y los singulares consistía en una sola cosa; los singulares tenían la costumbre de marcar a sus parejas en el rostro. Por eso se tiró meses buscando a esas criaturas, porque para conseguir que el ataque fuera letal, necesitaba contar con los más peligrosos.

La mayoría de la gente huía de los infectados, por eso sus conocimientos eran tan limitados. A Hyungsik, sin embargo, le gustaba observarlos. El virus mutaba constantemente, era parte del ciclo natural de su evolución, y de vez en cuando, aparecían auténticas anomalías entre ellos.

Hyungsik estaba convencido de que la isla tendría vigilancia y por esa razón eligió un día muy concreto para alzarse a la mar. Pacientemente, esperó al peor temporal marítimo posible, porque, si la borrasca era fuerte y la mar se volvía brava, la gente de la isla priorizaría la seguridad del pueblo y no repararía tanto en la seguridad de sus playas. Al fin y al cabo, ¿qué loco trataría de llegar a Inyeon en unas condiciones tan peligrosas?

Hyungsik no le temía a la muerte, llevaba años conviviendo con ella. Entre infectados se sentía cómodo, ya fuera en mar o tierra, le gustaba tenerlos cerca. Y por eso no le supuso ningún problema viajar con ellos a bordo, a pesar del riesgo que suponía transportarlos en un espacio tan pequeño.

Su único acompañante, en cambio, lo pasó francamente mal. Yeun Bong era un chico de diecisiete años que vivía en el pueblo pesquero. Estaba enamorado de Hyungsik en secreto, o eso creía él. En realidad, Hyungsik estaba al tanto de sus sentimientos, por ese motivo lo seleccionó como su acompañante. Bong le era leal y alguien a quien podría usar a su antojo.

Retrouvailles | ⁴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora