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Hyungsik se tapó el rostro con las manos cuando alguien abrió la puerta. Jimin entró en una de las casas modulares en las que había estado años atrás, cuando descubrió el terrible secreto que guardaban aquellas instalaciones.

En cuanto cerró la puerta, se encendió una tenue luz en el techo. El interior estaba completamente vacío. La casa modular no disponía de una chimenea, una mesa o un baño. No había muebles, ventanas, ni siquiera un catre para dormir. Solo contaba con una puerta con barrotes, justo en el centro, que se alzaba desde el suelo hasta el techo.

—Ha pasado mucho tiempo.

Hyungsik alzó la mirada e inesperadamente para él, no era Lee Minho, su carcelero, quien había entrado por la puerta, era el hombre al que creía haber asesinado.

—Parece que no esperabas verme. Creías que estaba muerto, ¿verdad?— Jimin esbozó una media sonrisa —Debe ser muy decepcionante para ti saber que estoy vivo.

Aunque a Hyungsik se le pasó por la mente preguntar cómo había sobrevivido, no lo hizo; no quería ver como se pavoneaba y se reía de él. Ya le resultaba muy violento que lo viera en esas condiciones, no quería darle el gusto de regodearse en su desgracia.

—¿En qué mes estamos?

—Diciembre.

—¿Cuánto tiempo llevo encerrado?

—Tres años y cinco meses.

Hyungsik había usado una piedra muy pequeña para marcar los días en la pared, pero como no tenía noción del tiempo, no estaba seguro de si su cuenta era correcta. Tener la certeza de que llevaba casi tres años y medio allí encerrado, fue un duro golpe para él.

—No quiero ser grosero, pero tienes muy mal aspecto— Jimin se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra la pared —Aunque, sinceramente, me sigue sorprendiendo que hayas sobrevivido a las quemaduras. Supongo que por eso dicen que hierba mala nunca muere.

Minho le había comentado como el fuego había hecho estragos en el cuerpo de Hyungsik. Al ser el encargado de curarlo, fue testigo de todo el proceso. A pesar del chándal gris que lo cubría, Jimin pudo ver algunas marcas en cara, manos y pies.

—Te veo muy delgado— Jimin sacó una manzana del interior de su abrigo y le dio un mordisco —¿Cómo te trata Minho hyung? ¿No te da de comer?

Hyungsik se fijó en que tenía el cabello más largo que la última vez. También se detuvo a mirar su ropa. Jimin vestía un jersey negro de cuello alto, pero lo que más le llamó la atención fue el abrigo del mismo color. Hyungsik tenía frío. Aunque disponía de una manta para taparse, no era suficiente, sobre todo en los meses de otoño e invierno.

Las condiciones en las que vivía eran despiadadas. Hyungsik no podía salir. Nunca. Tampoco tenía la libertad de bañarse. Minho lo aseaba una vez al mes con Jungkook presente. A ninguno de los dos les preocupaba que pudiera escapar, dado que la casa estaba bien preparada. El maknae solo iba allí a velar por la seguridad de Minho.

Hyungsik jamás había intentado huir. En su estado, las probabilidades de noquear a Minho y después a Jungkook, eran prácticamente nulas. Tampoco recibía mucha conversación por parte de ambos. El maknae nunca se dirigía a él. Durante los primeros dos años solo lo miró con desprecio, pero después el odio se tornó en indiferencia.

Por orden de Yoongi, Minho le daba la comida necesaria para sobrevivir. Al principio, Hyungsik pasó mucha hambre, pero con el tiempo, su cuerpo se adaptó a recibir lo mínimo. Sus necesidades las tenía que hacer en un cubo de bambú, el cual se vaciaba cada vez que le llevaban la comida. Y aunque Minho ya no lo trataba tan mal como en los primeros años, debía andarse con mucho ojo cuando estaba con él.

Retrouvailles | ⁴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora